miércoles, 16 de febrero de 2022

El récord de la hora de Moser, el comienzo del ciclismo deportivo del siglo XXI



“No lo veo claro”, fueron las primeras palabras de Francesco Moser cuando un grupo de tres expertos le propusieron batir el récord de la hora. Era el mes de octubre de 1982. Moser venía de cosechar 17 victorias ese año. Estaba cansado y pensando más que nada en las vacaciones. Por lo tanto, no fue fácil convencerle para afrontar ese reto.


EL GRUPO DE EXPERTOS

Los que se empeñaron en convencer a Moser de que podían batir el histórico record de la hora de Merckx, eran los profesores Tredici y Sasi y el doctor Sorbini, un especialista en técnicas y productos adelgazantes que fundó la conocida empresa de complementos Enervit.

Pese a la negativa, no se dieron por vencidos y volvieron a contraatacar a un dolido Moser, en el momento en que abandonaba el Giro de Italia de 1983. En ese momento “Cecco”, que era el cariñoso apodo que Moser tenía, dijo que le presentaran el proyecto finalizada la temporada.

A finales de agosto se presentaron en Trento, en casa del ciclista, un comité de sabios. Además de los anteriores, el doctor Conconi, invitado por Enervit, y el profesor Dal Monte, de la Federación Italiana de Ciclismo. En una habitación de papel pintado de color amarillo, se sentaron todos, alrededor de una modesta mesa camilla con un hule de flores. La mujer de Moser encendió un ventilador de pie largo, para combatir el calor trentino. Ahí le explicaron que lo que le estaban ofreciendo no era un mero intento, era un revolucionario cambio en la concepción del proyecto, que incluía una bicicleta extraterrestre, control médico y de los valores del pulso con un aparato que llevaría pegado al pecho (preludio de los futuros pulsómetros), régimen de entrenamiento específico para esta prueba (hasta entonces se había hecho aprovechando el estado de forma que se tenía de la temporada) y una dieta minuciosa para el tipo de ejercicio que iba a hacer.

Ahí se inició un proyecto que duraría cinco meses, hasta el definitivo intento de récord en enero de 1984.

MERCKX

El anterior récord estaba en manos, nada menos, que de Eddy Merckx, realizado en 1972. Cuando Merckx se bajó de la bicicleta aquel día dijo: “No lo volveré a intentar”. O dicho de otra manera, esto es muy duro, me he dejado el alma para conseguirlo y dudo que nadie más lo pueda batir, ni siquiera yo mismo, porque es imposible dar más de lo que he dado hoy.

En efecto nadie había conseguido batir la marca desde entonces. Lo que había hecho Merckx, el dios del ciclismo, no lo podía mejorar ningún hombre. Lo atestiguaban los doce años que habían pasado sin que el registro de Merckx se inmutara. En este vídeo podéis ver la proeza de Merckx, y como le tenían que sujetar al acabar porque no sentía las piernas.

EL CICLISTA Y SU ENTRENAMIENTO

Francesco era un ciclista espigado, de 1,80 metros de altura y 78 kilos. El típico clasicómano y contrarrelojista. En los cinco meses de preparación, iban pendientes de su cardio-frecuenciometro (luego llamado pulsómetro, para simplificar), un aparatoso “cacharro” que llevaba pegado al tórax y con el que Moser alucinaba viendo como registraban sus esfuerzos durante un periodo de tiempo, pasando los datos a un ordenador que ahora nos parecería prehistórico. Acoplado a la muñeca, llevaba el registrador de los datos con la batería, unido por un cable al pulsómetro propiamente dicho, dando todo ello las coordenadas sobre la influencia del entrenamiento en su cuerpo y hasta donde se le podía seguir planificando el entrenamiento de manera eficaz.

En pista hacía entrenamientos breves y explosivos. En ruta llamaba la atención un entrenamiento muy peculiar, que consistía en subir una cuesta bastante empinada con el plato de 52 dientes y piñón del 13, totalmente atrancado, sin levantarse del sillín. En el vídeo que enlazo al final se le observa haciéndolo y duelen las rodillas solo de verlo. También se ve el aparatoso acople del pulsómetro que llevaba en la muñeca.

La mayor parte del trabajo lo hizo en México, para adaptarse a la altura, recorriendo en sus entrenamientos entre octubre y diciembre nada menos que 5.200 kilómetros.

LA BICICLETA

La bicicleta utilizada hubiera pasado desapercibida en cualquier contrarreloj de unos años más tarde. Pero en aquel entonces era una máquina estrafalaria, totalmente fuera de lo común. Las ruedas eran lenticulares, es decir, no tenían radios, lo que provocó en algunos ignorantes la risa, pensando que aquello iba a ofrecer un peso y una resistencia al viento inapropiados. De hecho, la bicicleta tenía 7,850 kg., la más pesada de las máquinas que habían intentado el récord de la hora desde la Segunda Guerra Mundial. 1,16 kilos más que la que usó Merckx doce años antes. 
 

Conseguían una mejor aerodinámica al ser la rueda delantera menor que la trasera y el tubo que va del sillín al pedalier era curvo, lo que hacía que el peso del ciclista se desplazase hacia la rueda delantera, consiguiendo además una posición muy aerodinámica. El manillar estaba simplificado, como si lo hubieran cortado y dado la vuelta, quedando con forma de cuerno de cabra, como así se le pasó a denominar. Las llantas de las ruedas eran de fibra de carbono y estaban lastradas por una plomada interior para generar más inercia. La delantera pesaba 2kg. La trasera 2,5 kg. Los ejes de las ruedas estaban fabricados de un material usado en la tecnología aeroespacial, el titanio.

En el primero de los récords, Moser usó un plato de 56 dientes. Viendo que le había resultado relativamente fácil moverlo, decidieron aumentar a 57 dientes en el segundo intento. El piñón era de 15 dientes en ambos casos.

Con ese desarrollo de 56X15 en su primer intento recorrió con cada pedalada 4 centímetros más que Merckx, a razón. de 7,97 metros. En principio había pensado usar un desarrollo más duro, de 53 x 14 (8,08 metros), pero lo descartaron tras los sucesivos tests.

Las zapatillas iban unidas a los pedales, por lo que, para subirse y bajarse, alguien le tenía que meter o sacar el pie en la zapatilla que estaba ya en el pedal.

EL EQUIPO

Cuarenta personas arroparon durante esos meses al astro ciclista. Eso era algo único para la época y era indicativo de que la cosa iba muy en serio. El gasto total de todo el proyecto ascendió a dos millones de dólares, una auténtica barbaridad para la época.

Paolo Sorbini, doctor y director de Enervit fue el alma del proyecto. Su entusiasmo fue el que convenció definitivamente a Moser de que tenían que hacerlo, de que iban a cambiar la historia.

EL VELÓDROMO

El lugar elegido fue la pista de cemento del Centro Deportivo de la ciudad de México, de 333,333 metros y 2.240 metros sobre el nivel del mar. Además de la altura, la humedad era moderada y la temperatura era en enero muy adecuada. La pista de cemento fue tratada además con resina sintética, haciendo que la rueda se deslizara más suavemente. El día de la prueba hubo una temperatura de entre 16 y 19 grados. Viento prácticamente nulo.

Luigi Casola, un ciclista italiano retirado, era el director del velódromo desde 1960. Como diría años más tarde Moser, Casola conocía a todos, daba órdenes, dictaba leyes, se comportaba como si fuera el presidente de México. Un día a la entrada del polideportivo aparece un tal Francesco Moser: "Imposible - un guardia lo detiene - Moser está dentro de la pista". Casola ordena que le dejen pasar, ese señor se llama igual que el astro ciclista, es también de Trento, tiene un restaurante en un pueblo mexicano y está ahí para animar.

PRIMER INTENTO

Se ha dicho en varias ocasiones que en el primer intento del día 19 se salió directamente a por el récord, pero eso no fue exactamente así. En realidad, el día previsto para el récord era el 23 de enero. El 19 se salió para hacer un test de 20 kilómetros (e intentar batir el tiempo en esta distancia, además de los 5 y 10 kilómetros, que tenía Merckx), pero ya con toda la parafernalia del próximo día 23, para habituarse a la postura, las sensaciones, al ambiente, los árbitros, el público, etc.

Unos 1.000 espectadores se dieron cita en la pista, entre los que destacaba llamativamente un hombre con gorro de mariachi y una pancarta que decía “Grazie Checco”. También el mismísimo seleccionador de fútbol italiano de entonces, Enzo Bearzot, se encontraba entre los asistentes, se le puede ver en el vídeo todo entusiasta, levantándose y gritando frases de ánimo a cada vuelta del corredor.

Ocurrió, que a las cinco vueltas Francesco iba como un tiro. A la vigésima vuelta llevaba una media de 54,434 km/h, por lo que su equipo, decidió que estaba en condiciones de batir el récord de la hora, si bien tendría que regularse para aguantar ese tiempo. El locutor italiano, Attilio Monetti, un conocido locutor que va diciéndole los tiempos en cada vuelta a Francesco, anuncia lo que está haciendo Moser y el locutor mexicano del velódromo además grita “¡Moser va por la hora!”. El público grita enloquecido. Con un pedaleo ya más regular y controlado, marcó 50,808 km/h. pulverizando los 49,431 km/h. de Merckx de 12 años atrás. Una marca excepcional, primer corredor en la historia que superaba la icónica cifra de 50 km/h.

Antes de este día había un amplio escepticismo en la prensa italiana. Todo eran críticas, hacia el periodo en que se realizaba la prueba, la posición la consideraban poco natural, las ruedas eran demasiado pesadas. Después de la gesta, todo pasa a ser meticulosamente perfecto, el periodo, la posición, las llantas. Todo el mundo se apunta a las alabanzas.

SEGUNDO INTENTO

-Francesco ¿cómo te has visto en este primer intento?

-Bien, muy bien, creo que podría haber dado más, de haber ido desde el principio regulando.

-¿Entonces seguimos con el plan previsto del día 23?

-Si, por supuesto, solo que habrá que hacer algún cambio ¿me podéis poner un diente más en el plato? Creo que puedo moverlo casi igual que el de 56 y avanzar un poquito más en cada pedalada. Y creo que iré con las piernas y brazos descubiertos. La mejora aerodinámica que me da el ir con el mono, creo que se descompensa con el calor y la falta de transpiración. Una hora es demasiado tiempo.

-Pues entonces vamos el día 23 a batir al Moser del día 19.

 

Francesco se levantó a las cinco de la mañana del día 23, se comió todo lo que le había preparado su nutricionista y a las ocho estaba en la pista. Comenzó tres horas después, a las once, cuando su computador le dijo que el equilibrio entre pulsaciones y esfuerzo era el ideal.

Moser batió a Moser con una marca de 51 kilómetros y 151 metros.

LO QUE VINO DESPUÉS

Con la moral por las nubes y un estado de forma excelente, Moser afrontó esa temporada de 1984 con grandes expectativas, que se cumplieron, comenzando con la Milán-San Remo y culminando con el Giro de Italia. Un año mágico, a sus 34 años de edad, en el que ganó 28 carreras.

El embrujo del récord de la hora lo cautivó y se dedicó a mejorar otras marcas, como el del mismo récord de la hora al nivel del mar y el indoor.

En 1993, a los 42 años, ya retirado del ciclismo, volvió para intentar mejorar la marca que le acababa de batir Obree, nueve años después, con la misma bicicleta que éste, pero no lo consiguió.

La UCI decidió anular más adelante todos los récords que fueran hechos con bicicletas especiales, devolviéndole a Merckx su récord, una decisión cuando menos polémica, porque lo que hoy puede considerarse una bicicleta especial, mañana puede ser algo muy habitual.

CONCLUSIÓN

Hay que ver el logro de esta marca en perspectiva. Probablemente lo conseguido por Francesco Moser y su equipo sea el inicio del ciclismo del siglo XXI, desde el punto de vista tecnológico, nutricional y de preparación física.


BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS:

-Historia de la bicicleta. Volumen III. Ediciones El Prado.

- Entrevista a Francesco Moser

-Documental “Francesco Moser Hour Record 1984”

https://www.youtube.com/watch?v=0vJeRiEEmZc

https://www.youtube.com/watch?v=AzIxkb_uClw

6 comentarios:

KEKO dijo...

Enhorabuena por tu relato amigo, espectacular historia, Me ha encantado leerlo, y conocer datos curiosos que desconocia, impresionante!!! Muchas gracias por compartirlo juan.

juan merallo dijo...

Gracias a ti. Ya sabía yo que este relato te iba a gustar especialmente.

YYY dijo...

Muy interesante. No conocía la historia

Peri dijo...

Gran entrada Juan, muy bien relatada y da gusto a la vez que nostalgia recordar aquel ciclismo clásico, tan bello, puro, físico y auténtico. Un bonito homenaje a aquellos ciclistas míticos además. Enhorabuena.

juan merallo dijo...

Gracias. Sí, en efecto, eran otros tiempos, y aunque Moser y su equipo marcaron el camino para el futuro, aún se percibe aquello como algo épico.

Unknown dijo...

Muy interesante y muy bien documentado y relatado. Enhorabuena Juan!.sin duda refleja el comienzo del ciclismo profesional moderno, de ordenador pinganillo, pulsómetro y potenciómetro donde ya nadie se sale del guión marcado por la tecnología.