Me han publicado una carta de opinión en tres periódicos gratuitos (ADN, Metro y 20 minutos) y en El País. La temática va concretamente sobre la petición de respeto hacia los automovilistas. La carta completa la han publicado en los dos enlaces que veis en este mismo párrafo.
Estos últimos días he venido observando que algunos motorizados están especialmente nerviosos y crean situaciones que normalmente no crean (o las crean con menos frecuencia). No sé si la gente está así por los nervios del fútbol, o por la entrada del verano y el calor, o por el estrés del trabajo o qué, pero el caso es que en la última semana no hay día que no me lleve un calentón por el riesgo que me hacen correr estas personas. Son muy pocos con respecto al total, pero son más de lo habitual.
La carta la escribí el miércoles tras un incidente muy triste con un señor que me pasó literalmente rozando con su coche, arrinconándome contra los coches aparcados en la calle de Atocha, de subida, por la mañana. Al alcanzarle más adelante en un semáforo e intentar razonar con él, su contestación fue muy agresiva e intentó darme un puñetazo desde la ventanilla. Cuando la violencia intenta ser la alternativa a la palabra, lo mejor que puede hacer uno es dejarlo y me fui hacia adelante, dejándole sumido en su atasco. Pero el hombre siguió insultándome a medida que me alejaba. Me dio mucha pena, porque el hombre claramente tiene un problema por resolver y que bien le vendría montar en bicicleta para tomarse la vida de otra manera y, de paso, intentar solucionar ese sobrepeso que también tenía.
Estos últimos días he venido observando que algunos motorizados están especialmente nerviosos y crean situaciones que normalmente no crean (o las crean con menos frecuencia). No sé si la gente está así por los nervios del fútbol, o por la entrada del verano y el calor, o por el estrés del trabajo o qué, pero el caso es que en la última semana no hay día que no me lleve un calentón por el riesgo que me hacen correr estas personas. Son muy pocos con respecto al total, pero son más de lo habitual.
La carta la escribí el miércoles tras un incidente muy triste con un señor que me pasó literalmente rozando con su coche, arrinconándome contra los coches aparcados en la calle de Atocha, de subida, por la mañana. Al alcanzarle más adelante en un semáforo e intentar razonar con él, su contestación fue muy agresiva e intentó darme un puñetazo desde la ventanilla. Cuando la violencia intenta ser la alternativa a la palabra, lo mejor que puede hacer uno es dejarlo y me fui hacia adelante, dejándole sumido en su atasco. Pero el hombre siguió insultándome a medida que me alejaba. Me dio mucha pena, porque el hombre claramente tiene un problema por resolver y que bien le vendría montar en bicicleta para tomarse la vida de otra manera y, de paso, intentar solucionar ese sobrepeso que también tenía.