
Hay gente que cuando ve un ciclista ve un estorbo, un inquietante toque de freno, una involución intolerable, palos en las ruedas al desarrollo, una inmersión en las catacumbas, un fracaso de la sociedad de consumo. Algunos incluso ven en ese pequeño ser a un asesino en potencia, con dientes largos y sucios dispuestos a morder sobre el cuello del paradigma económico a cualquier precio.
Algunos ven a alguien que, al parecer, jamás se acerca a los
comercios, que se “alimentaría del aire”. Según estas personas, sólo quien circula
en coche se acerca a comprar. Por eso, cuando se restringe la circulación o el
aparcamiento de los vehículos motorizados en ciertas zonas o calles, algunos
comerciantes se levantan dolidos, indignados por el seguro cierre de sus
negocios. Aunque, al cabo de unos meses o años estos comerciantes no quieren
volver a la situación anterior. Muy al contrario, están encantados viendo a la
gente pasear la mirada tranquilamente por sus escaparates, entrar sin prisa a
mirar para comprar. Algunos, incluso piden aparcabicis en sus puertas, impensable en la etapa anterior, que se
pedían aparcamientos gigantescos de coches.
Hay quien ve en el ciclista a un ser sin recursos, un cero a
la izquierda, que usa la bicicleta porque no puede permitirse poseer un coche y
usarlo a diario, como signo de estatus social.
Algunos sólo ven las cosas malas que algunos malos ciclistas
hacen, aquellos que no se comportan educadamente. Pero ignoran que otros muchos
ciclistas no son así y castigan a todos pagando con esa misma moneda.
Otros ven en el ciclista a alguien lento, un pecador en la
era de las prisas y la velocidad.
A algunas personas se les enciende la sangre al adelantar a
un ciclista. No tienen muy claro por qué, pero les ocurre. Quizás porque les ha
hecho disminuir la velocidad (esa religión) durante unos segundos o minutos. Quién
sabe si es debido a que el ciclista no
paga impuestos directos por matriculación, por uso y destrucción del suelo, y
ese largo etcétera que deben soportar los propietarios de vehículos motorizados.
Acaso sea porque a base de hacer ejercicio los ciclistas mantienen una figura y
forma física aceptables.
Hay quien no soporta que el ciclista lleve una vida tan económica,
tanto en la compra de su vehículo como en su mantenimiento.
Pero hay quien no lo
ve así
Sin embargo, hay quienes al ver un ciclista ven una persona
comprometida con su entorno, un mensaje de amor por el planeta, ven menos
contaminación, menos ruido, menos velocidad y por lo tanto menos peligro, más
simpatía, un regreso a los orígenes de los que quizás no deberíamos haber
renegado nunca, los de asumir que la velocidad excesivamente forzada no es
humana e inevitablemente genera riesgo y muerte.
Algunos ven un vehículo sencillo, eficaz. Ven una excusa
para hacer ejercicio mientras se desplazan. Ven una mayor equidad en el
transporte. Ven un medio de transporte que usa poco espacio público (ese que debería
ser de todos) para circular y aparcar, con sencillez y libertad.
Algunos también ven un eficaz remedio contra enfermedades
demasiado habituales, ven el fin del prozac, la reducción de los gastos
sanitarios que todos pagamos, la antesala a la felicidad.
Gracias
Gracias ciclista por llenar de una preciosa
luz de esperanza las calles y carreteras.
Gracias por despertar la sonrisa de
los niños y de los que no son tan niños.
Gracias por sonreír tú mismo, aunque
eso es fácil yendo en bicicleta.
Gracias por cambiar la fisonomía de
las calles, haciéndolas más alegres, silenciosas y humanas.
Gracias a ti, ciclista habitual. Muchas
y sinceras gracias por hacer de este nuestro planeta un mundo mejor.