lunes, 7 de marzo de 2022

No hay tiempo para rendirse

Brevet de 200 km. en marzo de 2022

La semana pasada hice un Brevet, una prueba oficial de larga distancia, 200 kilómetros en bicicleta. Para los que saben de las pruebas de larga distancia que he completado en el pasado, esto no les dirá mucho. Pero para mí, para lo que he venido pasando desde el atropello que sufrí hace dos años, significa muchísimo.

El 15 de julio de 2020 salí a montar en bici después de comer, antes de que esa ola de calor que se avecinaba nos hiciera permanecer en casa a la sombra, escapando de las altas temperaturas.

En un cierto momento, subiendo una ligera cuesta en curva abierta, aunque ciega, oigo un zumbido. En una décima de segundo veo a un hombre lanzarse contra mí en patinete a toda velocidad por mi carril, saliendo de la curva. Me da tiempo a ver su cara aterrorizada, la misma que debo poner yo. Luego la nada. Me veo soñando. En el sueño, de forma muy vívida, un hombre en patinete eléctrico me embiste frontalmente. Pienso que es una suerte que sea un sueño, porque darse de frente con alguien a esa velocidad puede ser terrible.

Me despierto. Estoy sentado en el suelo de un sitio que en un primer momento no reconozco. Una persona delante de mí me pregunta que si estoy bien. Le pregunto que dónde estoy. En Pozuelo de Alarcón, me dice, hemos chocado de frente él y yo. Él iba en un patinete eléctrico y yo en una bicicleta. Le digo que no puede ser, que yo no he salido ese día en bicicleta. No contesta. Está muy nervioso. Empiezo a mirar a mi alrededor y empiezo a recordar, que es por la tarde y que sí que he salido en bicicleta.

Intento incorporarme, pero el brazo izquierdo no responde, duele cuando intento moverlo. Me incorporo como puedo y veo el brazo izquierdo literalmente colgando de mi cuerpo, como si fuera un miembro inanimado fuera de mi control.

En cierta ocasión, alguien me dijo que la gente apasionada de la bici que sufre un accidente, lo primero que preguntan al levantarse es por el estado de su bici. Debe ser una leyenda, pues desde luego no fue mi caso. Mi preocupación número uno era mi hombro y mi brazo, que flotaban inertes de mi torax.

El hombre me pregunta si puedo valerme por mí mismo o si necesito ayuda médica. Le pido que por favor llame a una ambulancia, porque algo no va bien en mi hombro y mi brazo. En ese momento pienso que me debo haber roto la clavícula, que es lo que se rompen con frecuencia los ciclistas al caer. Ojalá hubiera sido solo eso.

En breves momentos llega una ambulancia, unos enfermeros me piden que me tumbe en la camilla y hacen una primera valoración. Me dicen que me puedo quitar el casco, que está bien, sin golpes, así que la cabeza parece claro que no ha resultado golpeada. Después llega la policía, interrogan al del patinete y luego a mí. Me dicen que se llevarán mi bicicleta a sus dependencias y que, cuando esté mejor, podré recogerla.

La ambulancia me lleva al hospital Puerta de Hierro, el más cercano, donde comienzan a hacerme radiografías y escáneres.

Los traumatólogos van apareciendo allá donde estoy, viendo mi caso, hablando delante de mí entre ellos sin ningún pudor, aprecian el desnivel de mi hombro izquierdo, mucho más bajo respecto al derecho. Lo llaman “hombro flotante”. En esos momentos ha comenzado el dolor intenso y me tienen que dar medicinas para ir pasando el trago. Estoy en medio de un pasillo, pues por culpa del Covid19 no hay entonces un lugar adecuado en el que ubicarme.

En un cierto momento un equipo médico se acerca a mí y me cuenta lo que han visto en las pruebas realizadas: varias costillas rotas, además de la clavícula y la escápula. todo del lado izquierdo. Lo que peor pinta tiene es la escápula y una laceración del pulmón. Por esto último me tienen que dejar en observación y si no mejora tendrán que operarme. De la escápula ya me avisan que también seguramente me tendré que operar en unos días, pues la rotura está desplazada y rotada. Si no me opero, la movilidad me quedará muy comprometida. 
 


A uno de los médicos que pasa a verme más tarde le pregunto si podré seguir montando en bicicleta. Me mira con cara de pena, sin decir nada. Balanceando la cabeza le doy a entender que no quiero que me responda, que no diga lo que se calla por miedo a hacerme sentir peor o por miedo a fallar en el juicio clínico. O quizás porque simplemente no sabe el pronóstico. Como sea que no me ha dicho a las claras que sí que podré seguir montando en bicicleta, decido no volver a preguntarlo, para no oír aquello que no quiero escuchar. No por la cobardía de escucharlo, sino porque las palabras, según como se digan, a veces tienen el poder de hacer que te las creas y te marcan el destino, independientemente de que sean o no ciertas. Y es que yo quiero convencerme de que esto, pese a la mala pinta que tiene, no va a evitar que siga pedaleando y teniendo una vida normal.

Eso no quita que vea que la cosa va muy en serio, que el daño es enorme. Grito alarmado cuando intentan moverme el brazo para ponerme un cabestrillo. Cualquier movimiento implica un dolor insoportable.

Por otro lado, la policía me llama por teléfono para interesarse por mi estado. Les explico y me informan que puedo denunciar a la otra parte, que ha admitido su culpa y, además, por lo que han visto en el lugar de los hechos, ellos tienen claro que la culpa es del señor del patinete, que ha invadido mi carril, y así lo van a reflejar en el informe policial que harán al respecto. Yo también lo tengo claro; no obstante, no es lo que más me importa en ese momento.

Nadie puede visitarme debido al Covid19. Soy francamente incapaz de incorporarme de la cama por mí mismo. Demasiados dolores incapacitantes.

Paso una noche terrible. No me puedo apoyar en el lado izquierdo, al tener el hombro y las costillas de ese lado destrozadas. De espalda tampoco estoy cómodo, pues me presiona la escápula. Sólo del lado derecho soy capaz de descansar un poco, pero no soy capaz de dormir en toda la noche por los dolores y por los ruidos típicos del hospital. Es contradictorio que un lugar en el que se supone que uno tiene que ser capaz de descansar para reponerse, es justamente donde peor se descansa.


Por la mañana me dicen que la lesión pulmonar no ha empeorado, así que me pueden dar el alta hospitalaria, pero que me ponga en contacto con mi médica de familia para que me deriven a mi hospital de referencia, Gregorio Marañón, y que allí decidan qué hacen con la escápula.

Viene mi hermano a buscarme. Cuando me levantan de la cama para sentarme en una silla de ruedas es un ejercicio doloroso, muy doloroso, de todo el tórax por el lado izquierdo y del brazo. Lo mismo para incorporarme de la silla al coche. Subir al coche es un deporte de riesgo intentando encontrar la posición menos dolorosa. Por suerte las piernas las tengo bien y puedo caminar.

Días más tarde en mi hospital me dicen que tienen que operarme, lo que me ha pasado es inusual, que se rote y desplace la escápula no suele ocurrir. La escápula prácticamente nunca necesita operación, consolida por si sola y suele quedar bien. Es por ello que la operación será complicada.

La operación es un éxito, un diez para los cirujanos, encabezados por el doctor Mombiela. Me ponen dos placas y nueve tornillos para unir y sujetar ese hueso tan grande y complejo (el segundo más grande que tenemos en el cuerpo). Al salir de la operación, al dolor del accidente se une el dolor de la intervención quirúrgica. Me han tenido que abrir un boquete bien grande en la espalda y cortar, retirar y luego volver a coser varios músculos que estaban en el camino hacia la escápula.

Alguien me dijo que parecía el bocado de un tiburón

Durante diez días tengo que dormir sentado en un sillón, con cojines y aparejos varios. Tumbado no puedo, me duele demasiado al apoyarme en la cama. Dormirse una pequeña siesta en un sillón está bien, pero dormir en esa postura toda una noche es algo que no se lo deseo a nadie. Acabas durmiendo por agotamiento.

Pilar me tiene que ayudar a todo durante días, algunas cosas incluso semanas: a comer, a vestirme, a ducharme, a levantarme cuando estoy sentado. El apoyo de Pilar en todo este tiempo ha sido imprescindible, cada día ayudándome, pese a que ella no estaba bien (úlcera gástrica y pinzamiento lumbar, con dolores en piernas y pies). Son esos momentos cuando más aprecias de verdad todo el amor que sentimos el uno por el otro.

Una vez consigo dormir acostado el problema surge al levantarme. Con ese gesto me duele inmensamente el costado, la espalda, el hombro y los puntos de la cicatriz que tengo en la espalda (36 grapas y un punto de sutura). Además, no puedo hacerlo solo. Me tiene que ayudar Pilar cada vez. Acabo comprando un trapecio, que es un dispositivo ortopédico que se fija en la pared y del que luego me puedo sujetar con el brazo bueno para ponerme de pies. Nos ayuda mi amigo Josu a colocarlo, con el que tantas batallas he compartido pedaleando. Lo tengo que usar durante cuatro meses para levantarme.

El trapecio que me ayudó a levantarme autonomamente de la cama

Un mes y medio después del accidente comienzo la rehabilitación en el Centro de Especialidades de Moratalaz, con unas fantásticas profesionales (las dos Cristinas) a las que no puedo nada más que dedicar buenas palabras. Voy todos los días laborables de la semana durante tres meses. Al mismo tiempo, hago ejercicios en casa, tres veces al día. A las dos semanas de empezar le digo a Cristina que el brazo y el hombro me duelen mucho al hacer los ejercicios. Cuando le comento cómo es el dolor me pregunta qué ejercicios hago y con qué frecuencia. Cuando le explico que hago exactamente todos los que me ha prescrito, me dice que lo que tengo es una sobrecarga importante, que haga menos, que suelen decir de más, porque la gente al dolerle no hace lo que les piden. Pero claro, como dijo una buena amiga mía cuando se lo conté: “A cualquier persona le tienes que decir que haga más para que haga lo que realmente tiene que hacer, pero a Juan Merallo le tienes que decir menos de lo que tiene que hacer”.

Comienzo a hacer caminatas, primero de unos cientos de metros y luego de varios kilómetros, con el brazo en cabestrillo. No me puedo quedar sentado. Luego va a costar mucho más recuperar una vida activa.

En el gimnasio donde hago la rehabilitación observo que hay una bicicleta estática, que nadie usa. Cuando ya voy mejorando algo, le pregunto a Cristina si cree que podría yo usarla un ratito al terminar la rehabilitación y me dice que lo intente, que ya tengo algo de control y fuerza en el brazo. Me subo. La primera sensación es la de sentir el sillín pegado a los isquiones, una sensación de la que mi cuerpo se estaba olvidando. Me sujeto al manillar, firmemente con el brazo derecho y solo apoyado el izquierdo. Pongo un pie en un pedal, lo bajo para que suba el otro y acceder también a él. Comienzo a dar vueltas a los pedales. Se me nublan los ojos de la emoción. Nadie se da cuenta, porque con la transpiración y la mascarilla, las gafas se me llenan de vaho. Sé que esto no es como ir en una bicicleta por la calle, donde hay que equilibrarse, sujetar y dirigir, y la tensión del brazo y el hombro serán mayores, aunque es un primer paso, el de las sensaciones del cerebro, el de las endorficletas trabajando para que me sienta mejor.

Pilar no me lo había dicho. Me lo dijo mucho después, cuando ya empecé a montar algo en bicicleta. Pero cuando salí de la operación y hablaron con ella para contarle como había ido, le dijeron algo así como: “Que se vaya olvidando de montar en bicicleta.” Cuando Pilar me ve llegar de la operación todo dolorido piensa: “Si le cuento ahora a Juan las palabras del cirujano para que se olvide de la bicicleta, le remato”.

El día que fui a recoger la bicicleta, tres meses después del accidente, le dije a Pilar que me la llevaría andando al Metro y la traería así hasta casa. Con eso se quedó tranquila. Sin embargo, cuando me vi con ella en la mano me dije que iba a probar a montarme, solo un poquito, antes de meterme en el Metro. Para una persona que ha hecho miles de kilómetros anuales, el equilibrio en la bici es algo automático, sobre lo que no piensas, solo lo haces. Sin embargo, cuando llevas tres meses sin hacerlo y tu cerebro tiene un mal recuerdo de la última vez que has montado, comienzas a pedalear y eso se va para todos los lados excepto hacia adelante. Paro, pensando que hay alguna rueda desinflada, pero no, están bien. Lo vuelvo a intentar. Es como si se me hubiera olvidado pedalear.

Cuando he enseñado a alguien a montar en bici lo primero que le digo es que no mire al suelo, que mire hacia delante. Eso es lo que hago. Durante unos diez metros el manillar se me mueve mucho, pero finalmente el cerebro rescata ese recuerdo, esas conexiones neuronales y comienzo a ir derecho. De pronto me doy cuenta de que estoy yendo en dirección hacia casa. Voy a continuar un poco más, me digo. Al final, muy despacio y sin tensiones, llego hasta casa. Empiezo a creerme que puedo volver a pedalear. He sentido algunas molestias al tener el brazo estirado en el manillar, pero lo que realmente me duele es levantarlo, y para ir en bici no necesito levantarlo, a no ser para indicar un giro a la izquierda.

El siguiente paso fue cuando Cristina me dijo que probara a venir en bici a la rehabilitación, una distancia corta, lo que empecé a hacer frecuentemente con éxito.

Más adelante empecé a montar con relativa normalidad, aunque me suele generar algunas tensiones en brazo y hombro izquierdos, debido a la asimetría que me ha quedado. Pero poco a poco he ido mejorando.

Más adelante, en un electromiograma muy completo me descubrieron que tengo afectados los nervios escapulares, de hombro, brazo e incluso mano izquierdos. Que eso es lo que me limita algunos movimientos y que puede que se recupere (tardando varios años, es muy lento) o puede que no. Estoy aprendiendo a convivir con ello, pero tampoco me rindo, sigo haciendo cada día ejercicios que me ayuden a activar esos nervios y a reponerse. Le envío así cada día al cerebro el mensaje de que mande recursos a esos miembros para recuperarse, para ser útiles haciendo una vida normal.

Esas dos placas y nueves tornillos se van a quedar ahí para siempre

El que me atropelló, más adelante se lo pensó mejor y comenzó a decir que él circulaba bien, que fui yo quien invadió su carril. Desde ese momento, desde esa mentira, decidí ir a darle una lección, a que entendiera que no se puede ir por la vida en un patinete, protegido como iba él con casco, coderas y rodilleras, y pensando que con eso ya está todo solucionado y puede ir haciendo el cabra por la vía pública, como si no hubiera más personas a tu alrededor. Además de no disponer de seguro de ningún tipo. Para que no vuelva a suceder, he abierto un proceso judicial al respecto. No se presentó cuando tenía que declarar, así que ya veremos cómo queda esto.

Un vehículo a motor (que eso es un patinete eléctrico), no puede ser ubicado ni física ni normativamente al lado de la bicicleta que necesita del impulso humano. Los patinetes deben ir en todo caso por las vías de los motorizados, porque eso es lo que son, unos vehículos motorizados.

En ConBici lo han explicado muy bien https://conbici.org/noticias/declaracion-de-conbici-al-manual-de-caracteristicas-de-los-vehiculos-de-movilidad-personal

Cuando ya comencé a montar de nuevo poco a poco en bici de carretera, uno de los primeros sitios que visité fue precisamente el lugar del accidente, para reconocerlo e investigar lo que ocurrió. Yo iba pensando en mis cosas, haciendo ese recorrido de una manera mecánica, al ser muy habitual para mí. Sin embargo, al acercarme al lugar del accidente, empecé a notar como en el Garmin las pulsaciones me subían bastante, sin que estuviera haciendo un esfuerzo excesivo. Un amigo psicólogo me explicó lo que me pasaba. Mi subconsciente sí sabía que me estaba acercando a un lugar donde la última vez había ocurrido algo grave, y me estaba avisando del peligro, por lo que mi cuerpo segregaba dopamina a toda mecha y las pulsaciones me subían exageradamente.

Muchas veces he estado a punto de rendirme, de quedarme como estaba, porque no soportaba el intenso dolor al esforzarme haciendo los ejercicios. Pero esa capacidad de sufrimiento que había desarrollado precisamente montando en bicicleta, me decía que siguiera adelante, que no me podía rendir. Y así un día tras otro. Hasta el pasado sábado que conseguí terminar esta prueba, con cierto adormecimiento en el brazo izquierdo, pero sin dolores importantes en el hombro, los normales por tener los nervios de esa zona tocados.

Aún sé que puedo mejorar más. En la vida hay tiempo para todo menos para rendirse y es como montar en bicicleta, si quieres mantener el equilibrio hay que seguir avanzando.

 

26 comentarios:

KEKO dijo...

juan amigo, no sabia que habias sufrido este accidente...espero y deseo que sea agua pasada y que desde ya vuelvas a disfrutar de la bici, como siempre has hecho, Enhorabuena y gracias por compartirlo.

Unknown dijo...

Eres un ejemplo de ser humano,Juan, como diría una maestra que conozco, eres una radiante criatura.🥰🥰

juan merallo dijo...

Muchas gracias a los dos.

Anónimo dijo...

Acabo de Leer tu ultima entrada y no sabia nada del acidente. A mi si me dejas sin equilibrio,
me alegro que te vayas recuperando y seguro que con la fuerza que tienes iras mejorando,
coincidimos en una brevet de 300 en Loeches 2019 pues me uní a vosotros y no me separe hasta
terminarla ya que coincidimos en el ritmo y aprendi mucho de vuestra experiencia soy el de Miranda de Ebro.
Haber si coincidimos en otra, te deseo una buena y perfecta recuperación.

Unknown dijo...

Juan eres un crack!!!
Sobran las palabras
Gracias por ser un gran compi amigo😄

Ricardo Jerez Aura dijo...

En algún momento del ciclismo en general cuando veía accidentes; otros me señalaban "Esas son Medallas" en algún momento de tu vida te llegara! me queda la duda de la bicicleta? era plegable o de montaña? cuando ocurrió el accidente? Pero creo nos une el fragor y el entusiasmo por el ciclismo; cuando fui atropellado años atrás por un taxi de alquiler en un cruce y yo por la famosa ciclovía del barrio universitario, me tuve que ir al depto de un amigo, luego de la colisión y salvataje de una chica (que nunca pude ubicarla y saber quién fue) me abrió la boca atrapada por la dentadura al caer sobre el pavimento, ya que me ahogaba en sangre...! luego las magulladuras y mi rostro hinchado opte por volver a casa un poco mejor para no perjudicar la salud de mi madre. Luego el juicio o el desarrollo fue increíble: en la Comisaría la guardia se coludió con el taxista (previo pago) e hicieron desaparecer el hecho (la colisión ocurrió a pasos de la comisaría); luego pedí al Ministerio de Transportes una investigación (conocía al subsecretario) finalmente se descubre todo, dados de baja cabo de guardia y teniente a cargo,el Juez (justicia antigua) me dice que el taxista no cuenta con recursos para indemnizarme (lo constata el juez) y sobre la marcha mira el croquis del accidente que le lleve para que entendiera que había violado el disco Pare y que la pista era bidireccional; luego de ello me dice "Quedaría conforme si le retiro la Licencia de Conducir de por Vida?" a lo cuál respondo: Sí señor JUEZ...! Ese fue mi experiencia y luego fue superar el temor a retornar a las calles - Finalmente aún sigo rodando por las calles y capitales de América! lo mío es NADA en comparación a lo por ti vivido Juan, siempre te tengo en lo más alto y en consideración de un gran ser humano, un abrazo a la distancia!

Juan Talavera dijo...

Joé chaval! Me han saltado las lágrimas! Es estupendo y digno de admiración tu entereza, tu esfuerzo. ¡Di que sí, asi se hace! Un abrazo hermano!!💥🤩🥰

juan merallo dijo...

Muchas gracias a todos, Juan, Ricardo, Nadia.
¡El randonneur de Miranda, claro que me acuerdo de ti! Un abrazo
Gracias

Miguel Andrés dijo...

Todo un ejemplo de superación y admiración. Gracias Juan por compartirlo

Joris Vredeling dijo...

Tremendo, mucho ánimo con lo que te queda de recuperación y disfruta de cada pedalada que des! Un ejenplo de superación, que esperamos nunca tener que seguir, ya me entiendes. No nos conocemos, pero los ciclistas de alguna manera somos una familia y edtas cosas nos impactan a todos. Un abrazo!

juan merallo dijo...

Gracias Miguel por leerlo.
Gracias Joris. Así es, los ciclistas somos familia. Otro abrazo para ti.

Peri dijo...

Gran historia de superación Juan... ando bastante desonectado de redes y del mundo en general, y no tenía conciencia de tremendo accidente que habías tenido. Conforme te leía, estaba esperando que lo enlazaras con la crónica de la brevet, te hubiera quedado muy chulo para ver comparativamente hasta donde has llegado desde semejante trompazo. En todo caso cuando la escribas, que supongo que lo harás, será muy bonito de leer. Me alegro que hayas salido adelante de semejante golpazo y puedas seguir dando pedales, esa gran pasión nuestra. Un abrazo.

Peri dijo...

Por cierto que yo también sufrí hace algunos años algo bastante parecido, me atropellaron y se dieron a la fuga... en este caso no fue el desastre que te prepararon a ti, fue "solo" clavícula y dos costillas rotas, me pasó parecido (aunque en menor tiempo porque la avería fue menos grave), que en dos semanas estaba en el gym dando pedales en la bici de spinning porque ya no aguantaba más. También tuve pérdida de conciencia, desde que me atropellaron no recuerdo nada hasta el portal de mi casa, que es la primera imagen que recuerdo (no se como, llegué a casa encima de la bici (unos 6 o 7 kms creo que fueron) con la clavícula y las dos costillas rotas). En fin, que sigamos siempre dando pedales, que es lo nuestro...

juan merallo dijo...

Muchas gracias Pedro. No divulgué el accidente, solo tenía energía para sobrevivir y curarme, por eso ni tu ni casi nadie lo sabía. Ahora he visto el momento de hacerlo al acabar el brevet.

Tremendo lo que cuentas de tu accidente, lo de recordar solo a partir del portal de tu casa y no recordar como habías llegado allí. La mente es una cosa muy compleja.

Otro abrazo para ti.

José Vásquez Vallejos dijo...

Juan no sabía de tu accidente, mucho animo y muchos momentos alegres, que tengas una pronta recuperación al 100% !

juan merallo dijo...

Gracias Pepe. Un abrazo.

Kartotxita dijo...

¡Enhorabuena, Juan! No te imaginas lo identificada que me he sentido leyendo tu crónica. Yo también pasé un calvario parecido. Y sí, yo pregunté por mí bici 😅. Espero poder coincidir contigo en algún brevet. Un abrazo y a seguir disfrutando de la bici.

juan merallo dijo...

Gracias Kartotxita. Pues si preguntaste por tu bici, entonces no es una leyenda lo que dicen por ahí.
Otro abrazo.

Unknown dijo...

Enhoabuena Juan por tu historia de superación y por la calidad, como siempre ,de tus relatos. Un placer ser compañero,discípulo y amigo tuyo.

Julián dijo...

Vaya Juan!! Tampoco sabía nada. Siento lo que te ha pasado y me alegro que lo vayas superando. Desde Córdoba os mando un fuerte abrazo para tí y para Pilar.

juan merallo dijo...

Gracias a los dos. Otro abrazo para vosotros.

Juan Pedro M. dijo...

Joer Juan, lo has narrado demasiado bien. Se siente todo el proceso, el dolor y las fuerzas de superación. Enhorabuena por tu lucha y mucha suerte en la lucha que te queda por delante. Un abrazo flojito (que no duela).

juan merallo dijo...

Gracias Juan Pedro. Ahí seguimos.

Francisco dijo...

Enhorabuena por la recuperación y por tu voluntad en consolidarla.
Muchas cosas compartidas tras leer el artículo, en 2018 sufrí un accidente grave, de distinto diagnóstico pero igualmente en un lugar donde no imaginamos tener tanto daño. Por un perro, niño, piedra, zanja, peatón, patinete,……, por nuestro humano despiste, podemos terminar el día en la UCI con secuelas más complicadas cuando tenemos cierta edad. Afortunadamente la naturaleza dura del ciclista nos ayuda a pesar del futuro que pueden predecir algunos médicos que confían más en el laboratorio que en la persona.
¡! Patinetes. Uffff. Esa palabra relacionada con recuerdos de niñez hoy se aplica a máquinas con motor usadas en cualquier espacio público por adultos de todas las edades con deseos infantiles. Habrá quienes los usan con responsabilidad pero como ciclista y conductor de coche a menudo veo lo que describo.
Como tantos ciclistas no acepté el uso habitual del casco. Hasta que comprendí por experiencia propia que puede ser la diferencia entre un diagnostico muy leve y un traumatismo craneoencefálico con una semana de espera hasta descartar la cirugía y tres meses hasta pedir alta médica voluntaria.
Dentro de lo que cabe me alegro mucho leer que llevabas las cabeza protegida.

Eva (PDLB) dijo...

Querido Juan: Después de algunos años, he visto a Nacho y Carmen en Asturias y me han contaron que tuviste un accidente. He venido a tu blog para leer con detalle qué te pasó y cómo estás. Veo que sigues siendo un luchador y que no dejas de tener metas que alcanzar. Me alegro mucho de que sigas hacia adelante, subiéndote de nuevo en la bici y cada vez con el manillar más firme. Siempre has sido un ejemplo para mí (y muuuuchos otros más, claro). Un abrazo enorme. ¡¡Eres mi héroe!!

juan merallo dijo...

Muchas gracias por esas alentadoras palabras, Eva. Muchísimas gracias.