
Soy un nostálgico de aquellos repartidores del servicio de Correos en bicicleta, con sus chaquetas de botones dorados y amplios bolsillos y sus gorras grises con visera y el logo de Correos.
Y que decir de sus bicicletas con su letrero amarillo y rojo incrustado entre los tubos superior y transversal con el letrero de “Correos”. Qué bonito lucía. Qué diferente la hacía de las demás bicicletas. Fue una auténtica "bicicleta pública", pero no con el sentido que ahora tiene este término, sino porque era usada por una entidad entonces netamente pública, siendo además cada bicicleta compartida por varios repartidores en muchos de los casos.
Siempre pensé que estos carteros tenían mucha suerte, pues montaban en bici mientras trabajaban. Seguramente la realidad era muy diferente (frío, lluvia, nieve...), pero aquella idea infantil ya no me la puede robar nadie.
Ahora, al imaginar que muchas de las cartas que yo envié cuando era bien joven viajaron combinando tren y bicicleta (en tren en el furgón de correos hasta la estación en la que los carteros de pueblo recogían las sacas), me arrepiento de no haber enviado más cartas, pero aún así me maravillo por lo bien transportadas que fueron las que envié.
Estas bicicletas dejaron de utilizarse oficialmente en la década de los 70. Pero no fue corto el periplo de los carteros españoles y la bicicleta, comenzó nada menos que en 1894.
El uso de la bicicleta para el reparto era algo muy habitual en los países de nuestro entorno también. Algunos países siguieron usándola después de los años 70 y hasta ahora, aunque han ido modernizando las bicicletas, las alforjas y los cestos. Francia ha sido un ejemplo con una enorme flota de funcionarios de correos en bicicleta a mediados del siglo XX, que quedaron inmortalizados por Jacques Tati en la película "Día de fiesta", o en esta foto de Gilles Caron del mayo del 68.

Tras treinta años de abandono del reparto oficial en bici en nuestro país, ahora están sacando unas bicicletas nuevas para que algunos repartidores en España hagan su trabajo en este medio de transporte. Son bastante diferentes a las que se vienen usando en otros países. Estas últimas no son eléctricas y, desde luego, los carteros no llevan esos cascos tan estratosféricos como les quieren poner a los carteros españoles, que me parece que los de Correos en España se han pasado. En cualquier caso facilitará los desplazamientos a los repartidores que ahora van andando y sería una magnífica alternativa para algunos que, pese a no llevar tanto volumen de entrega siguen yendo en coche o moto, pues lo tienen complicado muchas veces para aparcar y desde luego van contaminando.


En el año 2006, durante una ruta cicloturista por Cantabria, al pasar por un pueblo llamado Villacarriedo vi una de esas bicis de Correos antiguas en la puerta de un bar, sin atar ni nada. Me paré a mirarla (más bien a disfrutarla). Estaba en muy buenas condiciones, parecía una joya abandonada sobre los adoquines de la acera, apoyada en una pared de cal descascarillada que la desmerecía de tan bonita que era la bicicleta. Con ese manillar de paseo, sin marchas, ese faro enorme que les daba ese aspecto de cíclope, ese transportín que habrá llevado tantas cartas de amor, tantos recuerdos, tantas memorias. Parecía toda ella una escultura.
En esas que salió el dueño, Joaquín, y me contó que se había jubilado en Correos un año antes y que al irse le regalaron la bici que había estado usando para hacer el reparto hasta el mismo día de su jubilación. Porque hay que entender que esas bicis pertenecían a Correos, no a los carteros.
Se la regalaron, más que nada, porque nadie más la iba a usar, y él ha seguido utilizándola, una vez jubilado, para sus desplazamientos habituales. Yo le entiendo. Habían sido 35 años junto a su compañera. Hay cosas que uno odia del trabajo, pero hay otras que son parte de ti, que hacen incluso más agradable la jornada laboral.
Nadie diría que el cartero tenía una edad como para jubilarse, parecía más cerca de tener cincuenta y pocos que sesenta y pico años. Y es que el uso de la bicicleta rejuvenece. No conozco un ciclista habitual que parezca tener la edad que tiene, todos aparentan menos, como las bicis de los carteros, que muchas de ellas siguen activas. Y es que algo de nuestras bicis siempre se nos pega.

Y que decir de sus bicicletas con su letrero amarillo y rojo incrustado entre los tubos superior y transversal con el letrero de “Correos”. Qué bonito lucía. Qué diferente la hacía de las demás bicicletas. Fue una auténtica "bicicleta pública", pero no con el sentido que ahora tiene este término, sino porque era usada por una entidad entonces netamente pública, siendo además cada bicicleta compartida por varios repartidores en muchos de los casos.
Siempre pensé que estos carteros tenían mucha suerte, pues montaban en bici mientras trabajaban. Seguramente la realidad era muy diferente (frío, lluvia, nieve...), pero aquella idea infantil ya no me la puede robar nadie.
Ahora, al imaginar que muchas de las cartas que yo envié cuando era bien joven viajaron combinando tren y bicicleta (en tren en el furgón de correos hasta la estación en la que los carteros de pueblo recogían las sacas), me arrepiento de no haber enviado más cartas, pero aún así me maravillo por lo bien transportadas que fueron las que envié.
Estas bicicletas dejaron de utilizarse oficialmente en la década de los 70. Pero no fue corto el periplo de los carteros españoles y la bicicleta, comenzó nada menos que en 1894.
El uso de la bicicleta para el reparto era algo muy habitual en los países de nuestro entorno también. Algunos países siguieron usándola después de los años 70 y hasta ahora, aunque han ido modernizando las bicicletas, las alforjas y los cestos. Francia ha sido un ejemplo con una enorme flota de funcionarios de correos en bicicleta a mediados del siglo XX, que quedaron inmortalizados por Jacques Tati en la película "Día de fiesta", o en esta foto de Gilles Caron del mayo del 68.

Tras treinta años de abandono del reparto oficial en bici en nuestro país, ahora están sacando unas bicicletas nuevas para que algunos repartidores en España hagan su trabajo en este medio de transporte. Son bastante diferentes a las que se vienen usando en otros países. Estas últimas no son eléctricas y, desde luego, los carteros no llevan esos cascos tan estratosféricos como les quieren poner a los carteros españoles, que me parece que los de Correos en España se han pasado. En cualquier caso facilitará los desplazamientos a los repartidores que ahora van andando y sería una magnífica alternativa para algunos que, pese a no llevar tanto volumen de entrega siguen yendo en coche o moto, pues lo tienen complicado muchas veces para aparcar y desde luego van contaminando.


En el año 2006, durante una ruta cicloturista por Cantabria, al pasar por un pueblo llamado Villacarriedo vi una de esas bicis de Correos antiguas en la puerta de un bar, sin atar ni nada. Me paré a mirarla (más bien a disfrutarla). Estaba en muy buenas condiciones, parecía una joya abandonada sobre los adoquines de la acera, apoyada en una pared de cal descascarillada que la desmerecía de tan bonita que era la bicicleta. Con ese manillar de paseo, sin marchas, ese faro enorme que les daba ese aspecto de cíclope, ese transportín que habrá llevado tantas cartas de amor, tantos recuerdos, tantas memorias. Parecía toda ella una escultura.
En esas que salió el dueño, Joaquín, y me contó que se había jubilado en Correos un año antes y que al irse le regalaron la bici que había estado usando para hacer el reparto hasta el mismo día de su jubilación. Porque hay que entender que esas bicis pertenecían a Correos, no a los carteros.
Se la regalaron, más que nada, porque nadie más la iba a usar, y él ha seguido utilizándola, una vez jubilado, para sus desplazamientos habituales. Yo le entiendo. Habían sido 35 años junto a su compañera. Hay cosas que uno odia del trabajo, pero hay otras que son parte de ti, que hacen incluso más agradable la jornada laboral.
Nadie diría que el cartero tenía una edad como para jubilarse, parecía más cerca de tener cincuenta y pocos que sesenta y pico años. Y es que el uso de la bicicleta rejuvenece. No conozco un ciclista habitual que parezca tener la edad que tiene, todos aparentan menos, como las bicis de los carteros, que muchas de ellas siguen activas. Y es que algo de nuestras bicis siempre se nos pega.
