
Recomiendo leer dicho artículo si se quiere conocer algo (al menos mi punto de vista) de la realidad rosarina sobre la bicicleta y la movilidad.
Estuve allí en un Congreso sobre Transporte Sustentable, cambio climático y calidad del aire que se desarrollo en dicha ciudad organizado por el Clear Air Institute. Podéis ver todas las conferencias del Congreso Mi conferencia versó sobre las bicicletas públicas en España.
Al finalizar las intervenciones de mi mesa redonda los ponentes fuimos entrevistados por unas redactoras del periódico La Capital, el periódico más leído en la región. Pese a que mi presentación versaba sobre las bicicletas públicas, sin embargo lo que más interesaba a las redactoras fue hablar sobre la bicicleta en general, sobre los prejuicios en su contra, los problemas que se encuentran los ciclistas y, en particular, sobre el uso de la bici en Rosario, pues llamaba la atención poderosamente que yo hubiera usado la bici, como hago habitualmente, para moverme por Rosario.
Todo ello quedó reflejado en dos artículos que salieron al día siguiente en dicho periódico. Uno general sobre la bicicleta y las opiniones de los ponentes y otro más particular en el que se vertían declaraciones mías acerca de mi opinión sobre la bicicleta en Rosario.
El día que salío publicado el artículo fui a devolver la bicicleta que había alquilado, porque volvía ese día a España. Estando parado en un semáforo, un taxista que se puso a mi lado abrió la ventanilla y afirmó eufórico: "¡Vos sos el de La Capital!" Haciendo referencia a la foto de mi persona que en este medio impreso aparecía en la página 3. Le dije que sí con la cabeza, sonriendo. Imagino que no era muy normal ver a alguien vestido como yo sobre una bici por ese barrio del sur de la ciudad, un barrio humilde, y por eso me reconoció como el europeo de la foto. A continuación el taxista me dijo que estaba de acuerdo con mis declaraciones, a lo que le contesté que entonces ya sabía lo que tenía que hacer, parar en los pasos de peatones cuando hay un peatón intentando cruzar (cosa que raramente se hace). Ante este comentario el taxista me señaló con el dedo como admitiendo que le había pillado y sonrió y cabeceó afirmativamente en lo que parecían propósitos de futura buena conducta.
Con que sólo este taxista se pensara seriamente intentar conducir de una manera prudente y respetuosa ante los modos de transporte no motorizados, ya habría merecido la pena este viaje.
En cualquier caso me resulta tan peculiar como todo el mundo suele estar de acuerdo en cuáles son las pautas de comportamiento en el tráfico, pero luego no son muchos los que las cumplen a rajatabla.