viernes, 30 de marzo de 2012

Pasión, reflexión, entusiasmo y energía: PBP 2011


El pasado mes de agosto de 2011 finalicé en Francia mi segunda participación en la París-Brest-París (PBP), una conocida ciclomaratón de 1.230 kilómetros a realizar en menos de 90 horas.

Para quien esté acostumbrado a leerme en este blog noticias sobre ciclismo urbano le podría sorprender verme metido en estas cosas, pero es que además del ciclismo urbano me gusta el cicloturismo de viajes y el ciclismo deportivo (yo lo llamo ciclodeporte). Este último, en su faceta de larga distancia, como la susodicha París-Brest-París, me faculta, en más de una ocasión, para realizar desplazamientos largos cotidianos, impensables si no se hacen en coche o transporte público, lo que le da a la bicicleta una nueva dimensión como herramienta (lenta pero constante) de trayectos largos.
La PBP es una prueba un tanto peculiar. Participan cerca de 6000 ciclistas de todo el mundo que van saliendo escalonadamente durante varias horas. Todos circulamos entre el tráfico, como un vehículo más, respetando las normas. No hay carreteras cortadas, ni avituallamiento. Tú te tienes que buscar la vida para alimentarte y, además, exceptuando en los controles, no te puede apoyar nadie. Es la prueba pionera de larga distancia, se viene celebrando desde el año 1891, siendo más antigua incluso que el Tour de Francia.

La crónica de la prueba me la publicaron en amigosdelciclismo.com, pero al cerrar este canal, se perdió la crónica. A ver si un día me pongo y la reconpongo aquí.
Mientras tanto, si que podéis ver la crónica de otra ruta de larga distancia que hice más adelante (la Londres-Edimburgo-Londres) que sí que está publicada debidamente aquí.

jueves, 22 de marzo de 2012

Tiempos de silencio


La bicicleta puede esperar

A finales de los 70 se estrenó una película dirigida y protagonizada por Warren Beatty, con el sugerente título de El cielo puede esperar.

La bicicleta, como el cielo, por lo que se ve, también puede esperar. O esa es la sensación cuando uno recorre algunos despachos de las administraciones públicas estatales. Hoy la razón es porque no hay dinero, ayer porque no era una prioridad, o no era el momento social o no era la oportunidad o cualquier otra excusa peregrina que encierra un alto grado de prejuicios contra este medio de transporte.

Esa es la sensación que saqué el pasado día 21 de marzo de 2012 tras una reunión en el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente a la que asistí, como representante de ConBici, junto a Marisol Otero, de la Plataforma Empresarial de la Bicicleta, y Belén Moneo e Iñigo Cobeta, de Madrid en Bici, arquitectos.

Dado que no nos recibía ni el ministro, ni el Secretario de Estado, nos iba a recibir en principio la Directora General de Calidad y Evaluación Ambiental y Medio Natural, Guillermina Yanguas. Sin embargo, al llegar se nos anuncia que ella se ha tenido que ir a una reunión, por lo que nos recibía la Subdirectora, Maj-Britt Larka. Vamos bajando de escala. Tengo, de nuevo, la eterna sensación de que la bicicleta no es importante en las agendas políticas. Si surge otra reunión, otra actividad, de la bicicleta y los ciclistas se puede prescindir.

Exponemos la situación de la bicicleta, cómo ha crecido su uso como medio de transporte en los últimos años, cómo el número de interlocutores sigue aumentando (usuarios, empresarios, red de ciudades, bicijuristas…) y, sin embargo, los impulsos institucionales a favor de su uso no se ven acompañados por este crecimiento. Hablamos de cómo estamos perdiendo la oportunidad de acoger el enorme potencial de turismo extranjero ciclista de viajes, que se va a otros países huyendo de las pobres condiciones españolas, y las razones por las que eso ocurre.

Les hablamos de tantas cosas. De la falta de impulso del proyecto EuroVelo, de la nefasta legislación de tráfico, de la mala accesibilidad de la bici al transporte público. No sacamos ningún compromiso. Les preguntamos sobre la Ley de Movilidad Sostenible. Nos explican que llegó a un punto muerto en el que ahora mismo no hay prevista una salida. Decidimos actuar pidiendo su activación en las más altas esferas. Escribiremos a esos que no nos han querido recibir. Es nuestra única opción, por lo que se ve.

Les comentamos sobre el Código Técnico de la Edificación, sobre la idoneidad de incluir un espacio para bicicletas en toda nueva obra residencial y terciaria. Cuando estuvimos en el Ministerio de Vivienda hace unos meses tratando este tema nos dijeron que teníamos que hablarlo con el Ministerio de Fomento. Cuando estuvimos en este Ministerio de Fomento nos dijeron que lo habláramos con el de Medio Ambiente. En este último nos dicen que ellos no tienen competencia alguna y que, aunque les parece muy buena idea, no pueden hacer nada. Creíamos estar cerrando el círculo, pero este extraño círculo no tiene cierre. La línea de este círculo nos ha llevado al borde de un precipicio al que no nos queremos asomar, porque a algunos nos da ya vértigo tantas negativas, tantos prejuicios, tanto buen rollo acompañado de ninguna acción.

Viendo que nos vamos con las manos vacías, les presentamos un proyecto para que, cuando menos, lo lideren. Se trata de ir cogiendo toda la información dispersa sobre la bicicleta, unificando dicha información, para mejorar su accesibilidad. Esa información a unificar sería básicamente normativa, estadísticas, usos de la bici, vías ciclistas, planificación, coordinación... Mucha de esa información ya existe, ya está accesible (aunque repito que dispersa), sólo habría que solicitarla a quien lo lleva y luego ponerla en valor mostrando una información que sería de utilidad. En principio se nos vuelve a decir que no hay dinero ni personal. In extremis conseguimos que al menos “estudien” el tema. Esperaremos, una vez más.

Son malos tiempos, son tiempos de silencio, porque lo que se nos contesta es parecido a un silencio, a una falta absoluta de implicación. Los buenos propósitos son cápsulas de aire que al abrirlas esperanzados se nos escurren entre los dedos, perdiéndose en el ambiente, este ambiente degradado que las bicicletas podrían ayudar a mejorar si se nos diera el apoyo necesario para que fuera así.

Decía Iñigo Cobeta al salir de la reunión, medio en broma, medio en serio, que lo único que nos queda es la acción directa. Pudiera ser. Desde luego se me quitan las ganas de volver a perder mi tiempo recorriendo pasillos de ministerios en los que las bicicletas son artefactos extraños como en aquel relato de Julio Cortázar.

Cansados de esperar, sólo nos queda pedalear, porque pedaleando llegamos cada día al cielo, a ese cielo que puede esperar, pero las que no pueden esperar más son nuestras bicicletas.

jueves, 15 de marzo de 2012

Un nuevo ciclista urbano

 
Luis trabaja en el mismo edificio que yo y es un nuevo ciclista urbano en Madrid. El no es un militante de la bicicleta. Tampoco es un deportista. Simplemente ha descubierto que la bicicleta le resulta práctica para desplazarse al trabajo y por eso la utiliza.

Lleva poco tiempo y seguramente algunos no estaréis de acuerdo con la manera que tiene aún de conducirse por la ciudad, como yo mismo no lo estoy en algunos aspectos, pero Luis nos dice con sinceridad como actúa y, al fin y al cabo, no es sino el reflejo de muchos otros nuevos ciclistas que acceden a circular en bici sólo bajo estas condiciones, haciendo lo que creen que es más seguro para ellos en una ciudad que no sienten que esté preparada para los ciclistas.

Quizás alguna de las cosas que hace ahora, como circular en contrasentido en determinadas calles, pasen pronto a estar permitidas por la normativa, pues así quedaba recogido en el proyecto de modificación del Reglamento General de Circulación. Seguramente con el tiempo y al ganar en confianza cambiará algunas de sus actitudes, yo espero que algunas de ellas sí, pero ahora me parece muy interesante simplemente ver las sinceras percepciones de alguien que comienza a utilizar la bicicleta por la ciudad.


Mi nueva experiencia ciclista
Con apenas 5 meses de uso cotidiano de la bicicleta no aspiro a considerarme un ciclista urbano, ni creo que vaya a aportar nada al ingente conocimiento que existe sobre la movilidad ciclista, pero como ejercicio propio me permito esta reflexión.

Comencé a usar la bicicleta de manera titubeante como posible solución a una circunstancia difícil, llevar al niño al colegio y llegar a tiempo al trabajo. Se trataba de recorrer una distancia aproximada de 3,5 Km, de casa al trabajo, con escala en el colegio.

Es un recorrido muy favorable en su trayecto de ida, ya que prácticamente todo es cuesta abajo, Lógicamente el trayecto de vuelta es más costoso pero lo hago generalmente sin el apremio del tiempo.

Varios tramos del recorrido los realizo por calzada en sentido contrario de circulación. Sé que no debería, pero son vías de único sentido y evitarlas me supondría un rodeo importante. En otras ocasiones, con esmerado cuidado, también circulo por aceras, por las razones comentadas y por evitar puntos conflictivos de tráfico.

También me salto, con precaución, algunos semáforos en rojo, la parada y el arranque en bici me suponen un esfuerzo suplementario y un cambio de ritmo especialmente incómodo y fatigoso.

Para concluir con la relación de alteraciones a la circulación convencional, en los semáforos trato de adelantarme a los coches, para situarme por delante del paso de cebra (cuando no pasan peatones), de esa manera gano algo de tiempo cuando se pone en verde y me oriento mejor en la dirección que tomo, a la vez que evito confusión en la circulación de los coches al salir y el riesgo de un giro inesperado de alguno de ellos.

Mi objetivo es circular en condiciones de seguridad, economía de esfuerzo, evitando alteraciones en la circulación de los vehículos y toda interferencia con peatones.

Esta circulación discreta entre el tráfico no siempre es posible, las limitaciones propias de la bici suponen situaciones complicadas.

Vaya por delante que realmente no he sentido en general una actitud agresiva u hostil de los automovilistas hacia la bici, más bien todo lo contrario, bastante respeto y cuidado. Esta claro que hay excepciones pero en muchos casos se deben a descuidos o impericia de conductores que ante una situación poco habitual no reaccionan adecuadamente. Las actitudes agresivas de circulación de algunos conductores parecen una actitud habitual de éstos ante cualquier vehículo, pero no un acto premeditado contra el ciclista.

De entre todas las situaciones complicadas del recorrido, la más incómoda y delicada, con diferencia, se produce, curiosamente, cuando recorro una calle tranquila, con poco tráfico y de baja velocidad. Durante varías manzanas circulo por una vía de ligera pendiente ascendente, pero lo suficiente para no aproximarme a la velocidad de los coches. Esto no sería un problema si pudiera ponerme a la derecha y dejar que éstos me adelantasen, pero no es posible ya que la vía es muy estrecha con coches aparcados a ambos lados y aceras también estrechas. Entonces la mayoría de vehículos no se atreven a adelantarme, aunque en algún caso podrían hacerlo, y recorren del orden de 300 metros a mi ritmo. Como conductor comprendo que recorrer esa distancia, a esa velocidad, se hace eterna, y si vas con prisa, estresante. Siento esa presión y la situación se hace tensa con un vehículo, o varios, pegados a pocos centímetros de mi rueda.

Existen otras circunstancias difíciles, incluso más peligrosas, pero están asumidas, las considero parte de las condiciones de este modo de circulación. La apertura de puertas de coches aparcados, las incorporaciones y los giros inesperados suelen producirse por precipitación del conductor y la falta de visibilidad del ciclista, suponen un riesgo evidente pero en general una conducción atenta y preventiva suele evitarlos.

Respecto a otros momentos en los que he usado la bicicleta, me ha sorprendido cierta animosidad de los peatones (tampoco demasiada). Me han reprendido al adelantarme en un semáforo en rojo, cuando sin embargo no suponía ningún riesgo para peatón alguno. Incluso, alguna vez, en un paso de cebra, se ha producido una situación incómoda (frenazo en seco) ocasionada por la imprudencia o el despiste del propio peatón, éste ha tenido una actitud recriminatoria hacia el ciclista, cuando sin embargo situaciones parecidas son habituales en vehículos motorizados sin que exista reparo en ese caso, incluso entrañando mucho más riesgo.

Desde septiembre de 2011 utilizo la bici todos los días, y solo he tenido que dejar de hacerlo aquellos en los que está lloviendo en el momento de salir de casa (que son muy pocos días), es realmente el único inconveniente que me ha impedido hacer uso de la bici, pero incluso en esos días al llegar al trabajo observo que hay algunas de las bicis habituales que suelo encontrar aparcadas, es decir, los hay más valerosos que yo.

Aunque en un principio no le di importancia, el tema de los humos de tubos de escape cada vez me preocupa más. Resulta realmente desagradable y evidentemente insano. Los días con acumulación de contaminantes en el aire de la ciudad el efecto resulta mucho más acentuado.

Volviendo al objeto que hizo plantearme utilizar la bici para ir al trabajo, tengo que decir que el resultado es inapelablemente positivo, frente a los más de 35 minutos que empleo caminando y usando el Metro para este desplazamiento, en bici tan solo es de 15 a 20 minutos. En un recorrido tan corto creo que es bastante tiempo de ahorro, y me permite llegar a mi hora.

Al margen de lo contado no he encontrado grandes inconvenientes, no llego cansado al trabajo, si acaso más despierto y activo, no me supone una consideración especial en la indumentaria diaria, quizá en otros casos pudiera serlo, y tan solo tengo el pequeño trastorno de bajar y subir la bicicleta a la casa.

Por otra parte desplazarme en bicicleta me supone en muchos momentos un verdadero placer que concluye en una cierta adicción a su uso. Me resulta especialmente agradable coger la bicicleta al salir del trabajo, convierte en un paseo lo que de otra forma es una acción rutinaria y tediosa para volver a casa.

Algunos días no todo ha sido tan agradable, y subir una cuesta siempre cansa, pero me he dado cuenta que esto tiene mucho que ver con acomodar actitud y ritmos a la bicicleta, ir con prisas o querer ir más rápido de lo que es posible es nefasto, ya que a la propia ansiedad de esta situación se suma el cansancio del esfuerzo físico que aparece con un efecto multiplicado. Me he dado cuenta que si repitiera muchas veces situaciones así podrían llevarme a abandonar el uso de la bici.

Por cierto, a Darío le encanta que le lleve en bici al cole.