domingo, 13 de noviembre de 2011

De la invisibilidad al ir en bicicleta


No habréis dejado de observar que después de llevar cierto tiempo usando la bicicleta en la ciudad se cae en la cuenta de que es un artilugio mágico. Pero no por lo poco que tardas en llegar a donde te propongas. No por lo poco que gastas. No porque no contamina. No porque lo aparcas con facilidad. Nada de eso, sino porque cuando te montas en tu bicicleta... ¡te vuelves invisible! 


¡Cómo! ¿Pero no habíais caído en la cuenta? Pues claro que te vuelves invisible. Tú y tu bicicleta pasáis a ser invisibles. Por eso los automovilistas te pasan tan cerca; te cierran al torcer a la derecha; se incorporan a la vía en la que tú vas, ignorando tu presencia, haciéndote frenar. Y ellos que saben, pobres, si no te ven. No te pueden ver, estoy seguro. Es la única explicación que se me ocurre ante tanto despropósito. 

Y no sólo no te ven los automovilistas. Toda persona que pise la calzada tampoco te ve. Las personas que van por la acera sí. Esos parece que sí, porque te señalan con el dedo y hay risitas y les haces pasar un rato de lo más agradable, todo hay que decirlo, por lo que a todos los valores positivos de la bicicleta hay que sumar el de la función social de hacer pasar un buen rato a la gente, dar tema de conversación a los amantes aburridos, despertar la sonrisa en los niños y la compasión en las abuelas. 

Y decía que quien pisa la calzada no te ve por lo que me ocurre todas las mañanas: Llego al mismo semáforo y espero a que se abra junto a un buen número de coches. Ese vagabundo de andares de pato y mirada risueña se acerca cada mañana a todos los automovilistas y muy amablemente les pide a todos y cada uno de los conductores una limosnilla a cambio de su simpatía. Y yo veo, desde la altura de mi bicicleta, que le da resultado, se saca su dinero. Pero cuando llega a mi altura me ignora totalmente y sigue pidiendo al resto de automovilistas. 

La primera vez me ofendí muchísimo, porque pensaba que lo hacía por la equívoca condición de pobres que tenemos los ciclistas: "Si vas en bici por la ciudad es que no tienes dinero para comprar un coche" es la creencia más extendida. Pero sobre todo me ofendí porque, tras ignorarme, se acercó a un coche viejo y oxidado, cuyo conductor no tenía mejor aspecto que el vagabundo. ¿Y por qué no me pedía a mí? Todos los días me ponía en su camino a propósito, esperando que me dirigiera su mirada picarona y me preguntara eso de: "¿Tiene usted algo para darme?" Hasta tenía unas monedillas preparadas para que viera que los ciclistas además de no ser pobres, somos solidarios. Pero me ignoraba, una y otra vez me ignoraba. Pese a que cuando se acercaba a mi altura yo empezaba a restregarme el bolsillo como signo inequívoco de dar limosna, me ignoraba el muy desgraciado. 

Yo no entendía nada por aquel entonces, pero ahora sí. Lo que sencillamente ocurre es que no me ve, el pobre no me ve porque voy montado en mi bicicleta, perdidito de invisibilidad, ignorante de las catástrofes que puedo ocasionar por no ir en coche, como todo hijo de vecino, como todo buen ciudadano.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Ahorrar dinero de todos utilizando la bici de cada uno

Según un grupo de expertos de la Universidad de Wisconsin (USA), si tan sólo la mitad de los viajes cortos que actualmente se hacen en coche en los estados del medio oeste de los Estados Unidos se hicieran en bicicleta, se ahorrarían 3,8 billones de dolares en costes sanitarios anualmente, que equivale a 3,8 miles de millones en el contexto español (http://eliax.com/?post_id=2994), mucho dinero igualmente. 

El estudio que se llama "Air Quality and Exercise-Related Health Benefits from Reduce Car Travel in the Midwestern United States" asegura que si además se le añadieran los beneficios inherentes de la calidad del aire y de la mejora física de las personas, la cifra de ahorro anual sería de 7 billones de dolares y el ahorro en vidas de unas 1.100, igualmente al año. 

Se apela tantas veces a la responsabilidad de la ciudadanía ante las crisis, ante el coste externo de la gasolina, se nos dice que esto es cosa de todos. Entonces ¿qué tal si dejamos de vez en cuando el cochecito en casa para esos desplazamientos que no son imprescindibles (son muchos más de los que la gente se imagina, piénsenlo bien) y andamos o usamos la bicicleta? No valen excusas del tipo "Me canso", "no hay carril bici", "llego sudado" y todas esos razonamientos que casi siempre tienen más de mito que de realidad (ver "Desmoronando los prejuicios contra la bicicleta"). Seguir usando los vehículos motorizados para acciones innecesarias es socialmente irresponsable y, desde luego, les sale muy barato a quienes lo hacen, teniendo en cuenta el enorme gasto que generan y que luego tenemos que pagar todos.

El capital y el estado dicen estar rebanándose los sesos para conseguir mejores carburantes, vehículos motorizados de menos emisiones, etc. ¿No sería más fácil, saludable y eficiente promover e invertir en la bicicleta dado que reporta tantos beneficios y mejora además muchos aspectos como el problema del espacio urbano que los coches eléctricos, por ejemplo, no solucionan? 

El caso es que en este país en el que me ha tocado vivir no es, por el momento, uno de los mejores ejemplos de implicación pública, si exceptuamos algunos entes locales. La prometida Estrategia de Promoción de Modos no Motorizados llegó a ser redactada. pero duerme el sueño de los justos en un cajón del Ministerio de Fomento. En la Comunidad de Madrid hicieron un ambicioso plan, llamado CIMA, que una vez redactado dicha Comunidad Autónoma tuvo la desfachatez de decir que la ejecución correspondía a los municipios, cayendo en el olvido. En el municipio de Madrid, el año pasado el alcalde anunció que se congelaba la ejecución del Plan Director de Movilidad Ciclista y todo lo relacionado con la bicicleta, porque no hay dinero. 

Resulta que el uso de la bicicleta, según ha demostrado este estudio de Wisconsin (y tantos otros) reporta dinero de muchas diversas formas (salud, calidad del aire, espacio público...) Por lo tanto, la inversión en la bicicleta revierte rápidamente en beneficios contables para las administraciones públicas. ¿A qué estamos esperando?