domingo, 13 de noviembre de 2011

De la invisibilidad al ir en bicicleta


No habréis dejado de observar que después de llevar cierto tiempo usando la bicicleta en la ciudad se cae en la cuenta de que es un artilugio mágico. Pero no por lo poco que tardas en llegar a donde te propongas. No por lo poco que gastas. No porque no contamina. No porque lo aparcas con facilidad. Nada de eso, sino porque cuando te montas en tu bicicleta... ¡te vuelves invisible! 


¡Cómo! ¿Pero no habíais caído en la cuenta? Pues claro que te vuelves invisible. Tú y tu bicicleta pasáis a ser invisibles. Por eso los automovilistas te pasan tan cerca; te cierran al torcer a la derecha; se incorporan a la vía en la que tú vas, ignorando tu presencia, haciéndote frenar. Y ellos que saben, pobres, si no te ven. No te pueden ver, estoy seguro. Es la única explicación que se me ocurre ante tanto despropósito. 

Y no sólo no te ven los automovilistas. Toda persona que pise la calzada tampoco te ve. Las personas que van por la acera sí. Esos parece que sí, porque te señalan con el dedo y hay risitas y les haces pasar un rato de lo más agradable, todo hay que decirlo, por lo que a todos los valores positivos de la bicicleta hay que sumar el de la función social de hacer pasar un buen rato a la gente, dar tema de conversación a los amantes aburridos, despertar la sonrisa en los niños y la compasión en las abuelas. 

Y decía que quien pisa la calzada no te ve por lo que me ocurre todas las mañanas: Llego al mismo semáforo y espero a que se abra junto a un buen número de coches. Ese vagabundo de andares de pato y mirada risueña se acerca cada mañana a todos los automovilistas y muy amablemente les pide a todos y cada uno de los conductores una limosnilla a cambio de su simpatía. Y yo veo, desde la altura de mi bicicleta, que le da resultado, se saca su dinero. Pero cuando llega a mi altura me ignora totalmente y sigue pidiendo al resto de automovilistas. 

La primera vez me ofendí muchísimo, porque pensaba que lo hacía por la equívoca condición de pobres que tenemos los ciclistas: "Si vas en bici por la ciudad es que no tienes dinero para comprar un coche" es la creencia más extendida. Pero sobre todo me ofendí porque, tras ignorarme, se acercó a un coche viejo y oxidado, cuyo conductor no tenía mejor aspecto que el vagabundo. ¿Y por qué no me pedía a mí? Todos los días me ponía en su camino a propósito, esperando que me dirigiera su mirada picarona y me preguntara eso de: "¿Tiene usted algo para darme?" Hasta tenía unas monedillas preparadas para que viera que los ciclistas además de no ser pobres, somos solidarios. Pero me ignoraba, una y otra vez me ignoraba. Pese a que cuando se acercaba a mi altura yo empezaba a restregarme el bolsillo como signo inequívoco de dar limosna, me ignoraba el muy desgraciado. 

Yo no entendía nada por aquel entonces, pero ahora sí. Lo que sencillamente ocurre es que no me ve, el pobre no me ve porque voy montado en mi bicicleta, perdidito de invisibilidad, ignorante de las catástrofes que puedo ocasionar por no ir en coche, como todo hijo de vecino, como todo buen ciudadano.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Ahorrar dinero de todos utilizando la bici de cada uno

Según un grupo de expertos de la Universidad de Wisconsin (USA), si tan sólo la mitad de los viajes cortos que actualmente se hacen en coche en los estados del medio oeste de los Estados Unidos se hicieran en bicicleta, se ahorrarían 3,8 billones de dolares en costes sanitarios anualmente, que equivale a 3,8 miles de millones en el contexto español (http://eliax.com/?post_id=2994), mucho dinero igualmente. 

El estudio que se llama "Air Quality and Exercise-Related Health Benefits from Reduce Car Travel in the Midwestern United States" asegura que si además se le añadieran los beneficios inherentes de la calidad del aire y de la mejora física de las personas, la cifra de ahorro anual sería de 7 billones de dolares y el ahorro en vidas de unas 1.100, igualmente al año. 

Se apela tantas veces a la responsabilidad de la ciudadanía ante las crisis, ante el coste externo de la gasolina, se nos dice que esto es cosa de todos. Entonces ¿qué tal si dejamos de vez en cuando el cochecito en casa para esos desplazamientos que no son imprescindibles (son muchos más de los que la gente se imagina, piénsenlo bien) y andamos o usamos la bicicleta? No valen excusas del tipo "Me canso", "no hay carril bici", "llego sudado" y todas esos razonamientos que casi siempre tienen más de mito que de realidad (ver "Desmoronando los prejuicios contra la bicicleta"). Seguir usando los vehículos motorizados para acciones innecesarias es socialmente irresponsable y, desde luego, les sale muy barato a quienes lo hacen, teniendo en cuenta el enorme gasto que generan y que luego tenemos que pagar todos.

El capital y el estado dicen estar rebanándose los sesos para conseguir mejores carburantes, vehículos motorizados de menos emisiones, etc. ¿No sería más fácil, saludable y eficiente promover e invertir en la bicicleta dado que reporta tantos beneficios y mejora además muchos aspectos como el problema del espacio urbano que los coches eléctricos, por ejemplo, no solucionan? 

El caso es que en este país en el que me ha tocado vivir no es, por el momento, uno de los mejores ejemplos de implicación pública, si exceptuamos algunos entes locales. La prometida Estrategia de Promoción de Modos no Motorizados llegó a ser redactada. pero duerme el sueño de los justos en un cajón del Ministerio de Fomento. En la Comunidad de Madrid hicieron un ambicioso plan, llamado CIMA, que una vez redactado dicha Comunidad Autónoma tuvo la desfachatez de decir que la ejecución correspondía a los municipios, cayendo en el olvido. En el municipio de Madrid, el año pasado el alcalde anunció que se congelaba la ejecución del Plan Director de Movilidad Ciclista y todo lo relacionado con la bicicleta, porque no hay dinero. 

Resulta que el uso de la bicicleta, según ha demostrado este estudio de Wisconsin (y tantos otros) reporta dinero de muchas diversas formas (salud, calidad del aire, espacio público...) Por lo tanto, la inversión en la bicicleta revierte rápidamente en beneficios contables para las administraciones públicas. ¿A qué estamos esperando?

viernes, 14 de octubre de 2011

Estudio sobre accidentalidad ciclista en Bogotá


El titular de la noticia ya comienza mal, pues si está hablando de analizar los datos que provocan accidentes no tiene sentido adjudicar al casco un protagonismo en los accidentes que no tiene: "El 63 por ciento de los ciclistas no usa casco", como si el hecho de no llevar casco fuera lo que provocara el accidente, lo que es a todas luces incongruente. El accidente lo provocará un acto impropio del ciclista o de un vehículo motorizado (como el de la foto anterior, que adelanta al ciclista sin apenas dejarle distancia lateral de seguridad) u otra causa, pero el sólo hecho de llevar casco no evita el accidente en si mismo.

En el propio texto de la noticia reza, tras referirse a los muertos y heridos: "El problema radica en la falta de uso de los elementos de seguridad de los ciclistas, en vías compartidas con vehículos o ciclorrutas." Esta frase, que ya de por sí es muy aventurada, pues no se sustenta por lado alguno, ni en el estudio ni en el texto de la noticia, lo que hace es indicar que un ciclista es atropellado por un vehículo motorizado de forma casi exclusiva porque no se ha puesto los elementos de seguridad, que como habla de "ponerse" esos elementos de seguridad debe tratarse del casco, reflectantes, etc. Una vez más enfatizando la seguridad pasiva, que no evita los accidentes, en vez de la seguridad activa, que es la que de verdad puede evitar los accidentes.

Alguna vez me ha ocurrido que, en vía urbana, después de que un automovilista ha ejecutado un adelantamiento indebido al adelatarme, sin dejarme la debida distancia lateral de seguridad, al comentárselo en el siguiente semáforo en el que irremediablemente tiene que parar, me ha contestado el conductor del vehículo que lo que tengo que hacer es ponerme un casco. Es decir, tirar balones fuera para no admitir su responsabilidad en la maniobra que acaba de realizar. Al preguntarle que si me pongo el casco me va a dejar la debida distancia lateral de seguridad, se callan. Y se callan porque se dan cuenta de lo ridículo que resulta lo que ha dicho. 

Con el tratamiento de esta noticia y con el tratamiento que se le da al ciclista de forma habitual, pretendiendo cargarle toda la culpa de lo que le pase, incluso en los casos en los que no la tenga en absoluto, lo que se está es obviando la realidad de las calles: hace falta más educación y responsabilidad vial, tanto de ciclistas como del resto de componentes de la movilidad, especialmente de los más peligrosos, los que mueven toneladas de metal a unas velocidades impropias. Sólo de ese modo se conseguirá, de verdad, reducir el número de accidentes y así podremos ir en bicicleta de forma más segura.

En este tipo de noticias se agradecería que recalcaran más cuáles han sido las verdaderas causas de los accidentes. Que se aconsejara lo que tanto ciclistas como motorizados pueden hacer para solucionarlo de forma activa, responsabilizándose de sus acciones, señalizando, respetando velocidades, distancias en los adelantamientos, etc. De ese modo sí que descenderá, de verdad, la siniestralidad vial.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Ojos de gato reflectantes


Los ojos de gato son unos dispositivos reflectantes horizontales embutidos en los laterales de algunas carreteras. Al reflejar la luz incidente (la de los faros principalmente) sirven para marcar la delimitación nocturna de las carreteras. Se usan sobre todo en curvas, túneles, zonas peligrosas, aunque en algunos casos siembran una carretera entera con ellas. Ofrecen una visibilidad enorme desde lejos, haciendo su función reflectante con bastante efectividad. 

Hasta ahí bien. Si mejoran la seguridad deberíamos poder decir que son útiles y hasta necesarios. Pero lo cierto es que ofrecen problemas. 

Como se colocan principalmente en los arcenes, para que no interfieran con el tráfico motorizado, estos dispositivos molestan a los ciclistas, que somos los que circulamos por los arcenes (cuando están practicables). Molestan además bastante. Obsérvese la imagen superior tomada a ras del suelo, porque ese salto es el que tiene que dar una bicicleta para superarlo. A eso hay que sumarle que los suelen colocar justo en la más lógica trayectoria ciclista: pegados a la línea blanca de delimitación del arcén. Resulta que los arcenes están más sucios mientras más alejados de esta línea, por lo que ir pegados a la línea ofrece generalmente la menor posibilidad de pinchazo. En definitiva,  la dichosa ubicación de los ojos de gato es de lo más inoportuna para los ciclistas. Nunca he entendido por qué no van encima de la línea blanca. Quizás porque los vehículos motorizados la pisan continuamente y les molestaría.

Son molestos hasta el punto de que en según que trayectorias y con que bicicletas estemos circulando, pueden llegar a desequilibrarla. Es una prueba de que los arcenes no los han puesto para mayor solaz de los ciclistas, de lo contrario no los sembrarían de estos artilugios tan molestos. 

Pero si están salvando vidas hay que pagar el precio de la molestia ¿no?

Poco tiempo pueden hacer esa función porque su trayectoria vital más común es la siguiente.

1) Ojo de gato recién puesto, haciendo su función (la de reflectar y la de molestar al ciclista)

2) Ojo de gato al que ya le han pasado por encima algunos vehículos motorizados levantando el reflectante y dejando sólo la base plástica sobre el pegamento. Desde este momento dejan de cumplir la función para la que fueron diseñados, pero siguen molestando al ciclista.

3) Por último, unos cuantos vehículos pesados más le pasan por encima y acaban dejando el agujero donde una vez hubo un ojo de gato. Este es el triste final de la mayor parte de estos dispositivos, pero ya deja un bache que molesta al ciclista que pase por allí.


¿Por qué le pasan por encima los motorizados pese a que estos dispositivos están en el arcén? 

Buena pregunta: Porque hay a quien le gusta recortar en las curvas, porque hay quien se despista y se va hacia fuera, porque hay quien se ve obligado a invadir el arcén porque le están adelantando indebidamente. Múltiples razones que conocemos bien los ciclistas. Desde luego los ciclistas no somos quienes los despegamos. Nuestro peso no es capaz de mover los ojos de gato, es necesario un peso y una velocidad mucho mayores. 

Los ojos de gato originales, los de hace varias décadas, eran diferentes, tenían dos reflectantes con forma de ojos de gato, de ahí su nombre. Eran de goma y se deformaban al pasar los motorizados por encima. Llevaban una protección metálica alrededor.
Foto original de Wikipedia
El caso es que salían más caros (a corto plazo) y se acababan desprendiendo también, habiendo ocasionado incluso daño a vehículos y personas, por su condición metálica. Es por eso que ahora se usan de plástico.

Me pregunto si realmente no se podrían poner simplemente indicadores como éste de la izquierda en el que hay una banda reflectante. Hace la función de delimitar la vía, están situados ligeramente fuera de ella, no molestando a los ciclistas, y su vida útil es mayor. Quizás sea más cara en un principio, pero me parece claro que lo caro es el ojo de gato que dura poquísimo.



Resumiendo: 


- Los ojos de gato pueden ayudar a reducir la accidentalidad de los motorizados (aunque sólo por un tiempo muy limitado), pero aumenta la probabilidad de accidente del ciclista. 


- La relación coste-beneficio es mala, debido al poco tiempo que duran los cachivaches en el asfalto. 

- Es un derroche poner algo que se sabe que durará tan poco y que luego no es repuesto. 

- Las razones de peligro por las que fueron puestas permanecen, por lo que parece que habría que buscar otra solución que, de paso, no moleste a los ciclistas.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Distanciador espantacoches


Hoy voy a mostrar un dispositivo que llevo utilizando desde hace tres meses en la bicicleta de carretera. Se trata de un distanciador, un simple pero ingenioso aparato en forma de brazo regulable que indica al resto de vehículos que nos van a adelantar cual es la distancia de seguridad que, como mínimo, deseamos que nos mantengan.

Distanciador con el
brazo semi-recogido
La instalación es bastante sencilla, con bridas reutilizables de muy buena resistencia. Si bien el brazo se puede dejar hasta 1,5 metros de largo (más bien de ancho, que es lo que ocupa en la vía pública, el ancho), yo sólo lo dejo entre 50 y 70 centímetros, pues lo percibo como suficiente para enviar el mensaje de que no quiero que se me acerquen demasiado, permitiendo, por otro lado, que cuando otro ciclista me adelanta no tenga que desplazarse lateralmente en exceso. En cualquier caso, hay ciertas vías de mucha intensidad y pequeño arcén que sí que he desplegado la varilla algo más, acción que es sumamente fácil de hacer con una mano durante la marcha sin perder estabilidad alguna.

Distanciador en carretera
con la varilla extendida
He notado sobremanera como los automovilistas aumentan la distancia al adelantar. Incluso como reducen la velocidad. Si bien no hay que bajar la guardia y hay que continuar con las correspondientes medidas de seguridad activas, que son las que de verdad evitan los accidentes, el distanciador me ofrece un grado de comodidad y seguridad que antes no tenía.

Dispone de varios elementos reflectantes, lo que ayuda en una conducción nocturna.

Debido a la flexibilidad de la fibra de vidrio que tiene la varilla desplegable, no hay problema de enganche ni de producir daño alguno a nadie en su utilización.

Molinillo batiente que
se encuentra en el borde
No he tenido problema alguno con las autoridades del tráfico, que lo han mirado con simpatía, entendiendo su utilidad e inocuidad, e incluso uno de ellos me preguntó por él, porque le parecía una manera ingeniosa de conseguir que el resto de vehículos te mantengan la dichosa distancia lateral de seguridad.

En cuanto al posible enfado de automovilistas por verse obligados a desplazarse más de lo que están acostumbrados, sólo he recibido tres pitadas durante más de 3.000 kilómetros, a las que he respondido saludando y deseando los buenos días (¿para que enfadarse?), pues ni siquiera sé si aquellos tímidos pitidos eran de enfado o de simpatía ante el artefacto. 

Si bien el uso que yo le he dado es meramente para carretera, a continuación incluyo las apreciaciones (algunas coincidentes) de mi amigo Reinhard, de Pedalibre, después de un profuso uso urbano del mismo dispositivo:

Aunque uno pueda tender a considerarlo más bien un artilugio para el uso en carretera, el distanciador de seguridad de Diego Benítez se revela como un dispositivo práctico y seguro en el uso urbano.
Son varias las razones en las que apoyo tal afirmación:
  1. Seguridad. Dada la frecuencia de adelantamientos sin respetar la distancia de seguridad en la circulación urbana, sobre todo debida al tráfico de varios carriles, es interesante dotarse de un “arma de distanciamiento”. Cuán frecuente es la situación en la que, habiendo dos carriles en un sentido y estando uno ocupado por un automóvil y el otro por el ciclista, un automovilista pretende adelantar al último colándose entre los dos. A eso se añade la falta de consideración casi diaria a esa distancia de seguridad que se puede observar en las vías mal llamadas “rápidas”, es decir los bulevares.
  2. Aspecto práctico. El distanciador no es nada engorroso ni supone una merma de la agilidad para moverse en el tráfico de la jungla urbana. Eso se debe precisamente al hecho de que la extensión de la varilla se puede regular en marcha, es decir sentado en la bici y con una mano cogiendo la varilla que corre paralela a la barra superior del cuadro, más o menos donde algunos tienen las manetas de los cambios. De esta manera, al prever una situación que requiere una extensión menor, se recoge con un pequeño tirón que no distrae para nada de la conducción, y al revés.
  3. Aspecto visual. La atención que atrae el dispositivo, además de ser un elemento añadido de seguridad pasiva, constituye una señal para viandantes, conductores y otros participantes en la circulación de que estamos ahí para quedarnos, de que exigimos respeto y seguridad y el cumplimiento de las normas. Además, el aspecto algo “juguetón” del molinillo en el extremo añade una nota simpática que actúa de embajador de la bici urbana, al menos así lo he percibido en miradas y comentarios de transeúntes.

martes, 28 de junio de 2011

Propósito de enmienda ante peatones y ciclistas

Se acaba de publicar en amigosdelciclismo.com un artículo que he escrito sobre mi experiencia en la ciudad de Rosario (Argentina) en el mes de mayo de 2011.

Recomiendo leer dicho artículo si se quiere conocer algo (al menos mi punto de vista) de la realidad rosarina sobre la bicicleta y la movilidad.

Estuve allí en un Congreso sobre Transporte Sustentable, cambio climático y calidad del aire que se desarrollo en dicha ciudad organizado por el Clear Air Institute. Podéis ver todas las conferencias del Congreso Mi conferencia versó sobre las bicicletas públicas en España.

Al finalizar las intervenciones de mi mesa redonda los ponentes fuimos entrevistados por unas redactoras del periódico La Capital, el periódico más leído en la región. Pese a que mi presentación versaba sobre las bicicletas públicas, sin embargo lo que más interesaba a las redactoras fue hablar sobre la bicicleta en general, sobre los prejuicios en su contra, los problemas que se encuentran los ciclistas y, en particular, sobre el uso de la bici en Rosario, pues llamaba la atención poderosamente que yo hubiera usado la bici, como hago habitualmente, para moverme por Rosario.

Todo ello quedó reflejado en dos artículos que salieron al día siguiente en dicho periódico. Uno general sobre la bicicleta y las opiniones de los ponentes y otro más particular en el que se vertían declaraciones mías acerca de mi opinión sobre la bicicleta en Rosario.

El día que salío publicado el artículo fui a devolver la bicicleta que había alquilado, porque volvía ese día a España. Estando parado en un semáforo, un taxista que se puso a mi lado abrió la ventanilla y afirmó eufórico: "¡Vos sos el de La Capital!" Haciendo referencia a la foto de mi persona que en este medio impreso aparecía en la página 3. Le dije que sí con la cabeza, sonriendo. Imagino que no era muy normal ver a alguien vestido como yo sobre una bici por ese barrio del sur de la ciudad, un barrio humilde, y por eso me reconoció como el europeo de la foto. A continuación el taxista me dijo que estaba de acuerdo con mis declaraciones, a lo que le contesté que entonces ya sabía lo que tenía que hacer, parar en los pasos de peatones cuando hay un peatón intentando cruzar (cosa que raramente se hace). Ante este comentario el taxista me señaló con el dedo como admitiendo que le había pillado y sonrió y cabeceó afirmativamente en lo que parecían propósitos de futura buena conducta.

Con que sólo este taxista se pensara seriamente intentar conducir de una manera prudente y respetuosa ante los modos de transporte no motorizados, ya habría merecido la pena este viaje.

En cualquier caso me resulta tan peculiar como todo el mundo suele estar de acuerdo en cuáles son las pautas de comportamiento en el tráfico, pero luego no son muchos los que las cumplen a rajatabla.

jueves, 16 de junio de 2011

El tiempo, la bicicleta y el cicloturismo


Artículo original publicado en la extinta revista Sin Prisas, editada por ConBici.
Autor: el mismo de este blog.

¿Quién no ha condicionado alguna vez una excursión en bicicleta a la previsión meteorológica? ¿Cuántas veces la previsión de los medios de comunicación nos ha fallado y, al levantarnos, hemos comprobado que hacía un día precioso y ya era demasiado tarde? Dichas previsiones, si bien son bastante fidedignas, sin embargo son muy generalizadas y están sometidas a lógicos errores por cambios locales repentinos del clima. Más de una vez nos ha ocurrido llegar a calados a un pueblo totalmente seco donde los lugareños te comentan haber visto la tormenta por donde tu venías, pero te aseguran que allí no ha caído ni gota.

No parece lógico vivir de espaldas al conocimiento del clima practicando una actividad tan integrada en el medio como es el cicloturismo.

Por todo ello, interpretar los mensajes que la naturaleza nos da (dejando un poco aparte, por cuestiones de espacio, los aspectos más técnicos de la meteorología y centrándonos principalmente en los más dinámicos de la sabiduría popular), además de ser entretenido, puede sernos muy beneficioso. Ni que decir tiene que esto no asegura una efectividad del cien por cien, pero, con el paso del tiempo, veremos como llegamos a acertar en un alto porcentaje de ocasiones.

Previsiones a largo plazo

Este tipo de previsiones nos sirven para tomar una decisión sobre una próxima excursión de un día o de fin de semana, o quizás cambiar planes dentro de una ruta larga por la posible aparición de nieve, etc.

Lo primero que nos viene a la cabeza en este caso es consultar en Internet, ver la televisión, escuchar la radio, etc. Como norma general, y aunque tienen mala fama, lo cierto es que suelen estar bastante acertados pues cuentan con medios tecnológicos suficientes. Si no nos fiamos totalmente, podemos recurrir a una mezcla de lo que te dicen ellos más la observación particular en tu ciudad o región de las nubes y otras particularidades que iremos viendo.

Existen también un cierto tipo de previsiones a año vista como son el Calendario Zaragozano que te habla a nivel nacional de las condiciones generales del tiempo por meses. Otro de estos sistemas (más regional) son las Cabañuelas extremeñas, que, partiendo de los distintos días del mes de Agosto, sus vientos, temperaturas, tormentas, condicionan la previsión local para todos los meses del año siguiente. Muchos agricultores condicionan sus cultivos a los mensajes de las Cabañuelas desde hace mucho tiempo. ¿Funcionarán también con el cambio climático?

Previsiones a corto y medio plazo

Imaginemos estar en un sitio ya de por si bonito, con techo (por ejemplo, un refugio) y deducimos por la información que la madre naturaleza nos da, que va a sacudir agua durante unas cuantas horas. Quizás entonces prefiramos pasear (debidamente chubasquerizados) bajo la lluvia, en vez de tener unas aciagas horas para nosotros, nuestra seguridad y nuestras bicis. Si, ya sé que pedalear bajo la lluvia también tiene su encanto, pero se trata de que esto, como lo del casco, sea una decisión personal.

El viento

A la vez que es útil saber o imaginarse de donde viene el viento para decidir que dirección tomar, una de las primeras cosas que hay que hacer para una previsión inmediata del tiempo es averiguar la dirección que este sigue. Para ello (si no vemos una veleta) nos fijaremos en banderas o en las ramas de los árboles. Si no hubiera, podemos dejar colgando una prenda o dejar caer polvo o hierba. También mojando un dedo y levantándolo, le haremos más sensible a sentir por donde nos viene el aire.

Lo más habitual, en España es que el aire vaya de oeste a este, pero esto es una generalidad de la que no te puedes siempre fiar. Hay, además, otras excepciones, entre ellas.

1- En las costas, también como norma general, el aire viene del mar, no importa la situación de dicha costa. Tened en cuenta que dicha dirección del viento probablemente cambiará al abandonar la costa, al cruzar una colina o una montaña, tierra adentro.

2- En algunas regiones norteñas, el viento puede venir de norte a sur, como es el caso de La Tramontana, en Cataluña.

3- El viento puede tomar en ocasiones otras direcciones condicionadas por accidentes geográficos como montañas, valles de los ríos, posición de las borrascas, etc.

Hechas estas salvedades, aquí tenéis algunas directrices válidas.

- Por la mañana, en el verano, el viento puede venir "solano", es decir, del este, por donde sale el sol, indicándonos mucho calor para el resto del día.

- Unos cambios bruscos de dirección del viento nos avisan de una inmediata inestabilidad atmosférica.

- Un viento del norte allá donde no es frecuente nos habla de frío seco de inmediato, pero poca probabilidad de lluvia.

- El viento del suroeste trae ambiente más templado y posibilidad de lluvia.

- Un aire del sur, por consiguiente nos anuncia temperaturas bastante más cálidas, pero si este aire se produce por el verano, nos puede estar anunciando una tormenta.


Las nubes

Conocer e interpretar las nubes nos puede ayudar a predecir el tiempo. Sería muy largo explicar todos y cada uno de los tipos de nubes, Explicamos solo los más relevantes:

Los cirros son nubes altas y en mechones, de aspecto plumoso, formadas enteramente por cristales de hielo. Su grado de transparencia depende de la separación de estos hielos. Por lo general denotan buen tiempo, mientras no se espesen (no se unan muchos los cristales) y desciendan. En regiones frías, si se empiezan a multiplicar esta nubes a ojos vistas mientras sopla de continuo un aire del norte, es signo de una próxima ventisca.

Los cirroestratos son los que crean halos en la luna y el sol. Por lo general cubren el cielo en poco tiempo. Si salen después de los cirros, lloverá en el intervalo de 24 horas.

Los cúmulos, esas nubes blancas y ondulantes, tan familiares, anuncian en general buen tiempo, mejor cuanto menor sea su tamaño. Sin embargo, cuando empiezan a estructurase verticalmente (se hacen más altos) se convierten en cumulonimbos. Entonces caerá una tormenta. Si además vienen hacia nosotros en forma de yunque, esperemos una tempestad.

Los estratos son nubes de aspecto neblinoso. Estas nubes, que en ocasiones son simplemente niebla levantada del suelo, cubren las laderas e invaden los valles y terrenos pantanosos en los terrenos montañosos.

Los nimbos son similares a los estratos, algo más oscuros y compactos, de color gris, y traen generalmente lluvia fina.

Por último, los cirrocúmulos son esas especies de copos de algodón dispuestos en bandas o superficies rizosas. Si el aire es componente oeste, tendremos una precipitación en las próximas 12 ó 15 horas.

Presión atmosférica

Es la fuerza ejercida por la atmósfera, a causa de su peso. Se mide en milibares. Disminuye su valor al subir de altura. Por lo tanto hablaremos de una presión atmosférica más baja (un valor menor), cuanta mayor altura ascendamos con nuestra bicicleta.

Un cambio de presión cuando no estamos cambiando de altura obedece a variaciones en el clima. De ahí que un barómetro, que es el aparatejo que nos dice los milibares a los que nos encontramos en un determinados momento y lugar, nos pueda ser de ayuda para valorar esos cambios.

El Barómetro

En la actualidad existen barómetros en algunos GPS y también acoplados a un reloj de pulsera, que a su vez llevan altímetro, que además de hacerlo útil por lo que hemos dicho y por lo que vamos a contar, lo hace entretenido para los viajes cicloturistas en los que hay puertos.

Cuando se circula en bicicleta no se tiene conocimiento de los milibares que soporta generalmente un terreno por el que estamos pasando, por lo que estos relojes-barómetro-altímetro podrían considerarse inoperantes al desconocer si está subiendo o bajando la presión con respecto a la generalidad del lugar. Seremos capaces de valorarlo en una estancia algo más larga, o por la mañana, si nos fijamos lo que marcaba la noche anterior e interpretamos la diferencia.

Sin embargo, la imperfección de estos cacharros puede sernos muy útiles: la altura nos la mide en proporción a un modelo milibares-presión atmosférica estándar que debe haber a esa altura, por lo que, cuando cambia esta presión, nos falsea algo el registro de la altura (a lo máximo 120-140 metros en el caso de los relojes de pulsera).

A más alto valor de la presión –mejor tiempo- menor altura nos marcará de la que debería; así como a menor valor de la presión –peor tiempo- más altura de la debida nos señalará.

Si tenemos bien regulado nuestro altímetro y llegamos a un lugar que en el mapa nos marca encontrarse a 500 metros y nos marca 560, significa que los milibares han bajado en cierta medida y que la tendencia del tiempo es a empeorar. Elementalmente, si nos marca 420 metros, es que la presión atmosférica ha subido en buena medida y va a hacer a corto plazo un tiempo excelente.

En el verano del 96, bajando el valle de Arán, observaba que, a medida que descendía el valle, el altímetro me marcaba igual o en algún momento mayor altitud. Esto me indicaba una de dos: o el barómetro estaba estropeadísimo, o la presión estaba bajando a toda velocidad. Como mi reloj es de una marca de confianza y me costó una pasta, hube de considerar la segunda opción. Rápidamente puse todos los conocimientos en práctica: dirección del viendo, nubes yendo y viniendo en todas direcciones, sensación de bochorno, ausencia de rocío en la tienda de campaña esa mañana... ¡se estaba preparando una buena!

Ese día, por primera vez en la ruta, decidí quedarme en un hostal. A las cinco de la tarde cayó la tormenta más grandiosa que jamás haya visto. A las ocho me di una vuelta por el camping: tierras corridas, tiendas ultramodernas inundadas y levantadas. Ese año, en la zona, las tormentas fueron especialmente virulentas. Nueve días más tarde, no muy lejos de allí, ocurrió la tragedia de Biescas.

Trucos de la sabiduría popular para predecir el tiempo

- Un cielo muy rojo al amanecer nos ha de hacer tomar precauciones, pues se advierte una inestabilidad. Por el contrario, un cielo limpio y rojo al atardecer nos anuncia buen tiempo para el día siguiente.

- Las bajas presiones permiten oír mejor los ruidos lejanos. Tomad conciencia de algunos sonidos lejanos que se escuchen desde vuestra casa, como pueda ser el silbido de un tren lejano que pasa cada día a cierta hora, el día que se perciba con mayor claridad te avisará de esa inestabilidad. Mis padres, que viven en un pueblo de Extremadura, saben que postura tomar con los animales y los cultivos si oyen esa tarde desde su huerto las campanas del pueblo de al lado. Y casi nunca falla.

- El humo de una hoguera será alto y largo cuando vaya a hacer bueno. Muy al contrario, se prepara una tormenta cuando dicho humo, en ausencia de viento, se disperse a poca altura; es como si la presión fuera algo físico y, al bajar, empujara al humo impidiéndole ascender.

- Si al despertarte por la mañana, cerca de los ríos, observas rocío en las plantas, es una garantía de buen tiempo. Si, por el contario, están secas, implica que puede llover.

- Las laderas de las montañas expuestas al viento siempre reciben precipitaciones más copiosas que las situadas a sotavento. Esto también se puede considerar a la hora de acampar.

- Si está todo nublado, pero algunas nubes se agarran a las montañas, puedes seguir tu ruta, no va a llover inmediatamente. Si ves que comienzan a levantarse lentamente, busca resguardo.

- Cuando el viento suena "ronco", no necesariamente fuerte pero si creando sonidos más bien graves, el tiempo se va a volver inestable.

- En tierras ricas en salitre, éste sale al exterior cuando va a hacer malo. Así ocurre en casas de una sola planta, saliendo de entre las juntas de los baldosines o piedras del suelo.

- Si veis a un lugareño labrando la tierra, preguntadle si la tierra se abre bien, si está "suelta". Si os responde afirmativamente, os anuncia un cambio a mal en los próximos días. Lógicamente si nos dice que no, os esperan unos días de buen tiempo.

Los mensajes de nuestros amigos los animales

- En la otoñada, si se observan lagartos y culebras quietos al sol, cual si se estuvieran bronceando, va a cambiar para malo. Ojo, esto sólo funciona en otoño.

- Cuando sapos y ranas salen masivamente durante el día y se colocan en lugares altos, alejados del suelo, (por ejemplo, una valla de piedra), no ha de pasar más de 24 horas para que cambie el tiempo.

- Las lombrices de tierra saliendo y paseándose por el exterior, te están diciendo que saques el chubasquero del fondo de las alforjas.

- Escucha al gallo cuando canta excesivamente a deshoras, está teniendo la amabilidad de decirte que va a empeorar el tiempo.

- Cuando los toros braman en número mayor a uno y repetidas veces es que sienten vientos fuertes.

- Cuando los pájaros, sobre todo los de tamaño más pequeño, cantan muy escandalosamente haciendo bueno, te dicen que no tires las bolsas de plástico que te dieron en la tienda, pues te puede servir para ponértelas atadas en los pies cuando comience a llover en las próximas horas.

- Nadie habrá dejado de observar como en primavera a las vacas les dan unas paranoias repentinas y salen a correr con el rabo levantado. Decimos que se han vuelto locas. Sin embargo, es una actitud normal, a menos que eso mismo ocurra en otoño, entonces lo que significa es que el tiempo va a cambiar bruscamente, sea por vientos, lluvias o bajadas bruscas de temperatura.

- Por el contrario, cuando las vacas se tumban masivamente en plena luz del día, aunque en ese momento esté soleado, nos indica lluvia casi segura más tarde. Por descontado, si todas pastan tranquilamente y ninguna se vuelve loca, vete sacando el bañador.

- Cuando los topos o las hormigas sacan al exterior más tierra de la normal, es que va a caer agua a mantas.

- Los animales en general comen más de lo acostumbrado cuando se acerca lluvia o frío intenso. Fijaros en vuestras mascotas.

- Las gaviotas vuelan en círculo cuando se acerca una tormenta.

- Las chicharras cantando casi sin intervalo entre canto y canto te anuncian mucho calor para esa jornada. A medida que pausen más su canto hará menos temperatura, son unos auténticos termómetros. En cualquier caso dejarán de sernos útiles por debajo de los 13ºC, pues por debajo de esa temperatura no oirás a una chicharra cantar.

- Los insectos y pájaros vuelan más bajo cuando la presión atmosférica es baja y se advierte humedad.

- Mientras que las abejas están más activas cuando va a hacer bueno, no lo hacen así el resto de los insectos que se ponen mucho más pesados (picándonos y molestando) cuando se anuncia inestabilidad. Cuando veas a las moscas atontadas dales las gracias: te están avisando de una tormenta o un súbito enfriamiento.

- Si las golondrinas sobrevuelan la carretera acercándose mucho al asfalto, va a llover (sabiduría popular polaca).


Muchas de las cosas comentadas aquí no funcionan fuera de la península ibérica, y viceversa: en Colombia hay una especie de escarabajos grandísimos que solo vuelan cuando va a llover; en el País de Gales un viento fuerte del norte implica que no llueve mientras esté activo, aunque esté muy nuboso, pero en cuanto pare el viento te sacude agua por todos lados.

En fin, lo ideal es preguntar a los paisanos del lugar sobre las peculiaridades de la zona. Se puede aprender mucho de la experiencia acumulada por estas gentes durante años. Además no hay mejor manera de iniciar una conversación con un lugareño que preguntando: “Buenos días ¿Cree usted que lloverá?”

miércoles, 18 de mayo de 2011

Seres inteligentes


Calle Mayor, de Madrid, frente a la Plaza de la Villa.
Dos carriles de subida y uno de bajada.
Los carriles de subida llenos de vehículos contaminantes, parados o semiparados, da igual. Ineficaces en cualquier caso.

Carril de bajada, un ciclista circula tranquilo, pedaleando de manera mecánica, sin prisas.

Mira entre sorprendido, divertido e incrédulo lo que está ocurriendo a su izquierda.

Sorprendido porque no entiende que pese a los mismos tapones diarios haya gente que siga usando el coche en la ciudad.

Divertido por ver como él, con un vehículo que apenas pesa 15 kilos y sin apenas hacer esfuerzo al tiempo que se divierte y hace algo de ejercicio, avanza sin problemas llegando antes, pese a no ser más rápido.

Incrédulo por ver a la gente dentro de sus coches y no comprender que seres teóricamente inteligentes se resignen a usar el coche en la ciudad para desplazamientos cotidianos que podrían ser realizados perfectamente de maneras más ágiles, sanas y baratas en otros medios de transporte que encima no envenenan el aire.

¿Dónde está lo "cool", lo "molono", lo "guay" de usar el coche dentro de las ciudades?

¿Solamente a mí y al ciclista de la foto nos parece que es ridículo, que es un dispendio, que es insolidario porque ocupa demasiado espacio público?

Y encima, en uno de los camiones atascados se puede leer: "Piensa en verde". Pues eso es lo que estaba haciendo el ciclista, pensar en verde, en el ambiente del entorno urbano.

Recuerdo unas reflexiones que me hice cierto día a raíz de algo que escuché.

Cuando la gente llega a la oficina diciendo: "Había un atasco". Así, "Había", como si fuera algo externo al que va en automóvil.

Alma de cántaro: USTED ERA EL ATASCO. NO LO HABÍA. USTED Y UNOS CUANTOS MÁS LO HAN CREADO.

Estos detalles semánticos son los que marcan la diferencia. Son los que le hacen creer a uno lo que quiere creer, lo que le han enseñado que tiene que creer.

Y seguramente la semántica, que es parte de la propaganda, sea la que obliga (digo bien, "obliga") a mucha gente a coger el coche, cuando ni les es imprescindible y, probablemente, les sea mucho menos eficaz.

Pero eso... que se supone que somos inteligentes.

¿Cuándo aprenderemos?