lunes, 27 de diciembre de 2010

El inventor del cicloturismo

Al señor Paul de Vivie, francés nacido cerca de Saint Etienne a mediados del siglo XIX, le cabe el honor de ser el inventor del cambio trasero en la bicicleta, fundar la revista "Le cycliste", inventar el término “cicloturismo” (cicloturisme, en francés), fundar el primer club cicloturista francés, ser uno de los padres de las pruebas no competitivas de larga distancia y tantas otras cosas más. Su apodo era Vélocio, que evocaba la “velocidad” y la “bicicleta” (velocité y vélo, respectivamente, en francés) Era un auténtico apasionado de la bicicleta, hasta el punto de que cerró su empresa de seda y montó otra de bicis, primero trayéndolas de Inglaterra y luego fabricando las suyas propias. Un día que se encontraba subiendo el col de la République, cerca de Saint Etienne, uno de sus lectores que iba en su propia bici y fumando en pipa, le adelantó. Eso le hizo recapacitar mucho sobre la inoperancia de los desarrollos en los distintos terrenos y le llevó a inventar el cambio trasero, todo un hito en aquel entonces. Es decir, que el cambio trasero se inventó por un pique, ni más ni menos. Condición humana. Su invento, cuya primera producción en serie fue realizada en 1906, no tuvo mucha aceptación en un principio. Los organizadores del Tour de Francia, por ejemplo, decían que era para abueletes, inválidos y mujeres. Velocio, sin embargo, disfrutaba, ahora sí, sus subidas al Col de la Republique con su bici de cambios, en las que pasaba a los otros ciclistas que se encontraba. Fue uno de los primeros Randonneurs (ciclistas de larga distancia) del país galo, haciendo rutas de hasta 40 horas, en bicicletas bastante antiguas y en unos tiempos bastante decentes para el material y las carreteras que había entonces. Reivindicó también que en bicicleta, y pese a ir a un ritmo alegre, se disfrutaba más y se recordaba mejor el paisaje que yendo en tren o en coche. A raíz de esas correrías que se hizo en bicicleta por toda Francia, se montaron luego una seria de recorridos, como la todavía existente Flecha Velocio, prueba francesa no competitiva de 360 kilómetros a hacer en menos de 24 horas por equipos de entre 3 y 5 ciclistas por un recorrido que parte desde distintas partes del país y les lleva al mismo destino, donde se reúnen todos. Vélocio murió atropellado por un tranvía a los 77 años de edad. Seguramente hubiera sido una persona mucho más longeva de no ser por esa desgracia, dado que era lo que hoy en día se ha venido a llamar "un ecologista convencido": gran amante de la naturaleza, de la vida sana, vegetariano y anticonsumista (reclamaba que se evitaran los gastos energéticos innecesarios), todo con lo cual me identifico. A día de hoy se sigue tomando como una referencia "Los siete mandamientos del ciclista", que dejó como legado. Algunos de los mandamientos son frases muy celebres que incluso los no ciclistas conocen. Excepto en contadas excepciones, las he venido siguiendo a rajatabla en mis incursiones ciclodeportivas, incluso antes de conocerlas. Son las siguientes: 1. Hacer pocas paradas y cortas, para no perder el ritmo. 2. Comer antes de tener hambre y beber antes de tener sed. Frecuentemente, pero en pequeñas cantidades. 3. No llegar hasta la fatiga anormal, que te hace perder el apetito y el sueño. 4. Abrigarse antes de tener frío, destaparse antes de tener calor. No temer al sol, al aire ni al agua. 5. Cuando menos durante la ruta, eliminar de la dieta tanto la carne, como el vino y el tabaco. 6. No forzar, no sobrepasar la capacidad de uno mismo, especialmente durante las primeras horas, cuando uno se siente con fuerzas. 7. No pedalear nunca por amor propio. La de años que han pasado, y sigue teniendo vigencia. Para acabar, unas frases de algunos de sus artículos en la revista Le Cycliste, absolutamente memorables: “La bicicleta no es sólo una herramienta de transporte, sino también un medio de emancipación, un arma de liberación. Libera el espíritu y el cuerpo de las inquietudes morales, de las enfermedades físicas de la existencia moderna, de la ostentación, de la convención, de la hipocresía – dónde la apariencia lo es todo, donde parecemos, pero no somos nada –.” “Después de un largo día en mi bicicleta, me siento fresco, limpio, purificado. Siento que he establecido contacto con mi entorno y que estoy en paz. En días así estoy impregnado de un profundo agradecimiento por mi bicicleta. Incluso si no me divirtiera pedaleando, aún así lo haría por conseguir la paz en mi mente. ¡Qué maravilloso tónico es estar expuesto a luz brillante del sol, a la lluvia, al asfixiante polvo, a las gotas de niebla, al aire rígido, a los vientos que te castigan!" "Nunca olvidaré el día en que subí al Puy Mary. Éramos dos en un precioso día de Mayo. Empezamos con sol y con el torso desnudo. A mitad de la subida, las nubes nos envolvieron y la temperatura cayó. Poco a poco se hizo más frío y más húmedo, pero no lo notamos. De hecho para nosotros fue un placer. No nos molestamos en ponernos la chaqueta y llegamos al pequeño hotel en la cima con ríos de lluvia y sudor corriendo por nuestros cuerpos. Me estremecí de arriba a abajo.”

jueves, 9 de diciembre de 2010

Un regalo envenenado


Me entristeció escuchar en el tren el otro día a un señor decirle a otro que estaba muy preocupado por su hijo, porque recién había empezado la universidad e iba en bicicleta y tenía miedo que le ocurriera algo. Que en cuanto cumpliera los 18 años le iba a pagar la autoescuela y a comprar un coche para que pudiera ir "más seguro".

Esta creencia de que en un coche van a ir más seguros que en una bicicleta está muy extendida, pero es una percepción falsa. Ese padre lo que no sabe es que va a aumentar en gran medida la posibilidad de que su hijo tenga un accidente, pues el porcentaje de jóvenes que acaban trágicamente en la calzada mientras conducen automóviles y motos es enorme. A veces por culpa propia y otras por culpa ajena. Pero es que una mayor velocidad, como la que llevan esos vehículos motorizados implica una menor capacidad de reacción, tanto para accidentarse uno, como también para evitar a alguien a quien puedas atropellar.

Asimismo estará iniciando a este joven en una autodependencia del vehículo motorizado, no queriendo a partir de entonces ir a lugar alguno (estudio, trabajo u ocio) si no es a motor.

Además estará condenando a su hijo a una más que probable vida sedentaria. Muchos jóvenes tienen como único ejercicio el que hacen para desplazarse a sus lugares de estudio, trabajo u ocio. Con el coche o la moto se acabó el ejercicio y entrará en una dinámica de carencia física peligrosísima, sobre todo desde el punto de vista cardiovascular.

Si a eso le sumamos que cada vez más jóvenes como él comenzarán a usar también vehículos motorizados privados para llegar a los lugares de estudio, resultará que cada vez será más peligroso acercarse al entorno estudiantil, aumentando el riesgo del desplazamiento. Es lo mismo que ocurre con los entornos escolares. Sólo tres de cada diez centros escolares en España tienen un entorno seguro para acceder a ellos. La solución que se toma: más niños en coches llevados por sus padres, en una escalada sinsentido que lleva a que al final haya que evitar que los niños vayan andando o en bicicleta porque “es peligroso”.

Volviendo a lo que nos traía. Este padre que le ha comprado un vehículo a motor a su hijo habrá cometido el error de su vida. Luego no debería excusarse en que el destino, o alguna divinidad, lo han querido así.

Piénsenlo, por favor. Animen a su hijo a llevar una vida saludable, a ser responsable con sus actos, a ser lo más autosuficiente posible, a no vivir sumido en la velocidad y las prisas.

Desplazarnos en bicicleta para ir a estudiar, al trabajo o al ocio evita la mayor parte de esos problemas. Supone un ejercicio físico al mismo tiempo que te desplazas. Por lo tanto, en el caso poco probable de que tardes más en bicicleta, en realidad tardas menos, porque al mismo tiempo has hecho ejercicio, una actividad diaria necesaria para mantenerse en unos estándares de vida saludable. Si a eso le sumamos que para desplazamientos urbanos además las bicicletas suelen llegar antes, entonces ¿a que estamos esperando para animar a nuestros familiares y a nosotros mismos a utilizar la bicicleta para desplazamientos cotidianos de distancias cortas y medias y dejar aparcados esos vehículos que nos envenenan a todos?